No podría estar más de acuerdo en lo ocioso y ególatra que resulta llevar a la imagen urbana y a la obra pública, el identificador que denote la autoría de tales “generosas concesiones”, que un gobernante hace a favor de los gobernados.

Hospitales, puentes, fachadas de edificios públicos, mobiliario urbano, se pintan con la cromática que distingue al partido político en turno o peor aún, al gobernador que ocupe la titularidad del ejecutivo.

Casos que han llegado al ridículo, como en su momento Fidel Herrera que pintó de rojo un Veracruz sumido en la pobreza, o un Moreno Valle que en Puebla, incluso tuvo que corregir a regañadientes la imagen de aquellas grandes obras que ostentaban cual magno emperador las insignias “MV” como adornos estructurales.

Ante lo inútil y soberbio de tales antecedentes, ahora las declaraciones y próximas acciones del gobernador electo Luis Miguel Barbosa tiene la intención de eliminar “las marcas” que dejó el morenovallismo en Puebla.

La dinámica actual de nuestro sistema político y electoral ha llevado a los candidatos y representantes de la voluntad popular a mercantilizarse: cuando votamos, ya no sólo lo hacemos por una persona, sino por un producto o marca que para posicionarse en el mercado electoral debe pasar por un proceso de estructuración similar a la de un bien o servicio privado, con posicionamiento, segmentación poblacional, precio y características particulares que lo hacen atractivo ante el electorado.

Los partidos políticos pasan por un caso similar. Así como al PRI se le recuerda por la cromática tricolor, al Movimiento Ciudadano por su sobrenombre de “movimiento naranja” o al PRD con el sol azteca, el PAN, partido que llevó a la gubernatura al difunto Rafael Moreno Valle, Antonio Gali y a la también finada Martha Érika Alonso, se le conoce desde sus orígenes en 1939 como el partido blanquiazul.

Sí, el morenovallismo trajo consigo un halo de descontento, inconformidad, pobreza, endeudamiento y obras faraónicas desatendidas o poco utilizadas en un sector poblacional. Pero habría que reflexionar si la erogación de recursos públicos que atienden al cambio de sellos y fachadas, no distraerá hacia lo que no necesariamente es aquello que resulta prioritario para atención de los poblanos.

Para priistas, panistas o morenistas la exigencia no ha variado; lo que necesitamos son acciones. Trabajo honesto, arduo y a profundidad. Cerrar la brecha de ingreso y desigualdad. Reducir la delincuencia para que podamos volver a transitar tranquilos por las calles y avenidas. Servicios públicos de calidad que nos permitan gozar plenamente de nuestros derechos sociales mínimos: salud, educación, bienestar. Impulso a los sectores productivos, entre muchas otras.

Puebla es uno de los estados más relevantes para México. Es el cuarto estado más poblado y uno de los que más industrias concentran en su territorio, destacando la automotriz, textil, maquinaria e incluso agroindustria.

Sin embargo, también está en el epicentro del robo de combustible y tiene el cuarto lugar de pobreza a nivel nacional: el 59.4 por ciento de los poblanos viven en pobreza extrema y marginación, es decir la cifra es superior al 43.6 por ciento que registra la media nacional. 

Por otro lado, de acuerdo al último censo realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en Puebla solo el 82.6 por ciento de la población tiene acceso a servicios de salud, lo que posiciona a la entidad en el lugar número 26 de las 32 entidades federativas.

El campo poblano, que es gran productor de hortalizas, café, vainilla, cítricos, hierbas aromáticas y frutas varias, está en crisis. El desgaste del suelo agrícola y la falta de agua exigen tecnificación e infraestructura para poder sostener las actividades agroindustriales estatales. Cifras y más cifras que denotan carencias añejas.

Por supuesto que los poblanos queremos que el pasado cambie. Pero ese pasado lastimoso. Que estos rastros negativos reflejados en indicadores que nos vulneran se conviertan en bonanza real y bienestar palpable. No enraicemos más rencores hacia quienes ya tuvieron la oportunidad y fallaron, veamos hacia adelante y hacia lo prioritario. El gobernador Barbosa tiene la gran ocasión de plantearse como estadista en un estado que grita por soluciones.