Ell reloj político de la nueva elite del poder en México, tenía la cuerda necesaria para que nunca se detuvieran sus manecillas, nunca se pararon y desde antes marco puntualmente cada segundo, cada minuto y cada hora del tiempo, así, por fin, llegó el día esperado por ellos y  en fracción de horas, el tiempo terminó por legitimar a quién durante estos seis años será el nuevo presidente de la República.

No antes, no después, todo se cumplió como lo tenían previsto en su manual de operación para preparar la sucesión presidencial. Los tiempos fueron otros, diametralmente opuestos a los vistos en el 2006, las tensiones y las provocaciones se esfumaron como por arte de magia. Sólo unos cuantos conocían todos los movimientos que marcaban horas y tiempos del ansiado protocolo. Desde la noche del viernes y antes de ser declarado presidente constitucional de todos los mexicanos, la fiesta presidencial de cada seis años había empezado en todo su esplendor político: presentación del gabinete, toma de posesión de los principales guardianes de la República y cambio de bandera hasta esperar que el nuevo día apareciera, para llegar a la máxima tribuna del país y ser investido con la banda presidencial cruzando su pecho.

Hoy domingo todos los medios de comunicación darán cuenta en sus principales planas de la ceremonia que entraña nuestro propio sistema presidencialista, la narración de la sucesión forma parte de uno más de nuestros propios símbolos nacionales y se ha convertido por todo lo que representa en el principal evento de nuestra historia política.

Hoy fueron los tiempos de Enrique Peña Nieto, el lagrimeo falso y la supuesta inocencia del expresidente Felipe Calderón Hinojosa, quedaron en el olvido. Uno más que se va sin pena, ni gloria.

Las referencias de la confrontación partidaria y la polarización política de hace seis años, entre las izquierdas y la derecha, son sólo eso, meras referencias. Todos las recuerdan como algo penoso y lastimoso para nuestra pobre y endeble democracia mexicana.

Los priistas están felices, sus políticos prácticos, los que llevan grandes lustros en el aparato partidario, los llamados operadores, los que hacen política las 24 horas del día y aquellos que se sienten los próceres de la patria,  le sacaron la “chamba” a su presidente con éxito y no hubo necesidad de entrar por detrás de la mesa directiva del Congreso de la Unión.

Plancharon y negociaron tan bien con una derecha derrotada, sumisa y confundida, que traían “la cola entre sus piernas” por la vergüenza de su ineptitud de haber sido un mal gobierno, que sólo atinaban a obedecer y estar quietecitos. Lo mismo hicieron con las izquierdas, aquella del 2006 se desdibujo, hoy esta fracturada entre los “reformistas” (chuchos) y los “puros” de Morena. Muy adecentada, muy bañadita y muy serena, ni siquiera movieron la cabeza, están convencidos que los 16 millones de votantes les aplaudirán su acciones “civilizadas” que necesita el país. Todas sus tribus pactaron, todos sus grupos negociaron y sólo quedaron ahí para el recuerdo y el testimonio “revolucionario” sus conocidas pancartas y cartulinas, que fueron opacadas por los gritos efusivos del ¡México, México, México!

Por eso los priistas celebran en todo el país su regreso al poder, por eso andan que no se aguantan, por eso se sienten nuevamente Dios, por eso ahora gritan que las cosas cambiaran y que a partir del primero de diciembre no es lo mismo. Echan porras, tocan el claxón de sus automóviles, su fanatismo es parecido a las porras bravas de algún equipo del futbol mexicano. ‘Borrón y cuenta nueva’, nada ha pasado en el país, su corta memoria histórica tiene de duración una hora, se ha olvidado de todo. El daño patrimonial para los millones de mexicanos que seguimos igual, las más de 50 mil muertes inútiles y los seis años perdidos por la incapacidad de los panistas nada importan.

Los priistas son tan “generosos en la victoria” que no harán por lo menos una crítica o un balance de un régimen fallido, eso, ahora nada importa para la nueva elite del poder, la nueva democracia que practican es la del eslogan: “Nos une México”. La nación que ahora se preparan a edificar, la ha trazado el nuevo jefe de Estado, en sus cinco ejes centrales, pronunciados ahí en Palacio Nacional, como para recobrar nuestra gran historia patria. Peña Nieto nos ha dibujado el país que debemos ser después de la post modernidad y en tiempos de la globalidad. No importa, renaceremos de las cenizas y el desorden que nos dejaron, total, los mexicanos estamos acostumbrados a sufrir y somos re aguantadores, por eso hay que prepararnos para salir de pobres y convertirnos en clase medieros de casa propia, coche, perro, vacaciones, tarjeta de crédito y todo el éxito del mundo.

La era de la nueva presidencia imperial del pri llegó para quedarse, su pasado autoritario ha dejado de existir, ahora son los tiempos de los grandes acuerdos políticos entre todas las fuerzas partidarias, son los nuevos demócratas mexicanos y juntos todos haremos historia. Como que no, la derecha y la nueva izquierda, ya no son necesarias, deben dejar de ser contrapesos con el poder, se ven muy feos estar peleándose con el gobierno, ahora deben ser buenos colaboradores, buenos negociantes, no criticar nada y dejar que la “nueva clase gobernante priista” haga su trabajo.

El gabinetazo tricolor es un ejemplo, regresó  con honores, ahí está la elite enmarcada en el grupo político del Estado de México, será de mucha política y mucha economía de mercado. Para debilitar a la izquierda, ahí está Rosario Robles Berlanga junto con Ramón Sosamontes, quiénes reeditaran “Solidaridad” para  organizar a todos los grupos sociales inconformes y hacer que la pobreza no siga siendo la bandera de las izquierdas.

Un expresidente que se va, casi, casi por la puerta trasera, del que nadie habla y se acuerda y otro que llega con un caudal de propuestas, son lo que ahora presenciamos en México. Por lo pronto en Los Pinos hay desde ayer un nuevo inquilino y el pri ha vuelto con bríos y con un presidente que se dice ser moderno, global, preocupado por los indios, por los jóvenes y por la seguridad de los ciudadanos. Las chalinas rojas de las brigadas de mujeres legisladoras y combatientes, así como las corbatas rojas de los diputados revolucionarios, sus gritos y la búsqueda brutal por lograr estrechar la mano presidencial, son sólo recuerdos de aquel pasado que dicen se ha ido.