La justicia, además de ser pronta y expedita, debería de ser también entendible. Muchos —por no decir todos los que han sido víctimas de un delito— no saben de manera exacta los procedimientos que se deben seguir, primero, para presentar una denuncia, luego, integrarla y, en el caso de que los responsables sean detenidos, aportar las pruebas necesarias y que sean castigados, lo que los lleva a solicitar la asesoría o representación de un abogado; aún así, están indefensos porque desconocen totalmente el lenguaje legal con el que se administra la justicia.
Esto viene a colación por lo que ocurre en estos momentos en el Tribunal Primero de lo Colegiado, donde se suponía que entre jueves y viernes se iba a dar a conocer el fallo sobre el recurso de amparo 340/2013 promovido por José Díaz Salinas y José Carlos Quiterio, sentenciados por el Juzgado Primero de lo Penal a 36 y 41 años de prisión, por los delitos de secuestro y homicidio, perpetrado el primero en agravio del empresario Antonio Ramírez Rodríguez y el segundo en agravio del también empresario, que en vida llevó el nombre de Ricardo Ramírez Rodríguez.
Y resulta que los magistrados no se pusieron de acuerdo y que sólo basta una pequeña duda para que esta sentencia no se confirme o se altere y el caso quede “empantanado”, con un sólo informe “yo sólo sé que no sé nada” y con la promesa de que la próxima semana se habría de “detallar” la resolución de los magistrados que podrían echar a la calle a tres exservidores públicos que secuestraron y mataron a un empresario, bajo el argumento de que no está cubierto un simple tecnicismo o que podrían ordenar se repita todo el proceso y, en el tercero de los casos, ratificarles la sentencia.
El caso es que el lenguaje legal con el que se expresan, que no está contenido en un diccionario “Jerga Legal-Español” y viceversa, no permite saber los resultados de un crimen que lleva seis años de no ser esclarecido en su totalidad y que prende una alerta de que podrían ser liberados tres exagentes acusados y sentenciados por homicidio.
Los casos de Florance Cassez, de Rafael Caro Quintero, del “Güero” Palma y de otros más que han logrado burlar a la justicia, no podrían explicarlo mejor.
Muchos litigios de violentos crímenes, secuestros, asaltos y otros delitos se han perdido porque los afectados se pierden entre la “Jerga Legal” y sus sueños de que se haga justicia, muchos criminales han alcanzado la libertad mediante “trucos legales”, como el de “la presión mediática”, que debe de ser más sádica que una muerte por tortura.
 
Con manzanas…
¿Qué castigo deben recibir José Díaz Salinas, José Carlos Quiterio y Rolando Contreras Chang, quienes el 31 de enero de 2008 privaron de la libertad y torturaron hasta matar a Ricardo Ramírez Rodríguez, en su calidad de elementos de la Policía Judicial del Estado de Puebla?
Cuando ocurrieron los hechos, los agentes fueron protegidos por la Procuraduría General de Justicia (PGJ) y por el Servicio Médico Legal del Tribunal Superior de Justicia, a grado tal que para encubrir su muerte alteraron peritajes y necropsia, y tuvieron que intervenir investigadores periciales externos para demostrar que había ocurrido un crimen en un recinto donde se procura justicia.
Luego dijeron que la víctima era “malo”, con “negros antecedentes” como para tratar de justificar su muerte; en otras palabras, en esa administración se instauró una breve “pena de muerte”, sin que se cubrieran requisitos como “pruebas” porque el occiso nunca fue un delincuente, nunca estuvo procesado o sentenciado y si lo calificaron como “malo” por faltas administrativas, entonces todos merecemos morir por asfixia por bronco-aspiración como saldo de “una calentadita”.
Cuando ya no pudieron argumentar más para defender a los “inocentes judiciales”, entonces se sacaron de la manga la “presión mediática”.
“Pobrecitos”… los estábamos matando a periodicazos.
Y un servidor se pregunta que si este moderno sistema de justicia ha servido para que criminales como “La Barbie”, “El Grande” y muchos otros más decidan entregarse, ya que con argumentos “inocentes” puedan obtener su libertad y salir a reunirse con su banda, pero con “el alma limpia”.
No mano, no…
Nos vemos cuando nos veamos.