Hace unos meses, en los días previos a la elección del presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, abordé un tema que parecía ser un posible plan B en caso de que Gustavo Madero no lograra mantenerse al frente de su partido, tirando por la borda el proyecto presidencialista de Moreno Valle.
El plan B era desaparecer, a través del Congreso del estado, la figura del minigobernador, ampliando a cuatro años ocho meses —en lugar de año ocho meses— el próximo período gubernamental.
Sin embargo, el contundente triunfo del grupo maderista-morenovallista en la elección panista cambió momentáneamente el escenario para Moreno Valle, quien solidificó su poder al interior de su partido, convirtiéndose en el principal aspirante a la candidatura presidencial.
Eran los tiempos de éxtasis en la burbuja del gobernador poblano, quien parecía imparable para alcanzar la ansiada candidatura, para buscar hacer realidad el sueño presidencialista.
Para su mala fortuna, una bala maldita truncó el sueño presidencial del 2018, lo cual obligará a Moreno Valle a ajustar su proyecto político, para evitar que le suceda lo mismo que al proyecto marinista.
Lo sabemos, la carrera política morenovallista es antes y después de Chalchihuapan, por lo que —si no se nubla la mente del Señor de los Cerros— éste deberá pensar, antes que en su sueño, en su permanencia.
Es decir, la prioridad debe ser Casa Puebla y no Los Pinos, de tal forma que las circunstancias podrían llevar al morenovallismo a aprovechar las dos próximas elecciones para fortalecer a su grupo político y no esperar a que la suerte marque su destino.
Así las cosas, una reforma a la Ley Electoral podría eliminar la minigubernatura para aumentar su período a cuatro años ocho meses.
La lógica es muy sencilla.
-Si mantuvieran la minigubernatura, tendrían que utilizar a su único gallo —Tony Gali— en el 2016 y difícilmente tendrían un buen perfil para el 2018.
-Si queman a Gali en el 2016 para la mini, tendrían que enfrentar al PRI en el 2018 sin alianzas partidistas.
-Al no ir de candidato Moreno Valle, tendrían que someterse a los riesgos de la inercia presidencial en donde el PRI y la izquierda tienen fuertes perfiles.  
-Si en el 2016 se elige a un gobernador de cuatro años ocho meses, pueden ir en una multialianza de partidos y aprovechar la estructura gubernamental, ampliando así las posibilidades de mantener el proyecto político hasta el 2021.
Para los entendidos, no es extraña la intención de Moreno Valle de que al frustrarse su intentona presidencial, vaya a pelear por una senaduría plurinominal, para intentar recomponer desde el liderazgo del senado sus aspiraciones presidenciales.
Entendiendo que la memoria no es una de las virtudes o cualidades de los electores mexicanos, el Señor de las Balas apostará a esa amnesia política para retomar el rumbo perdido.
De esta forma, no sería extraño que el gobernador vuelva a echar mano de sus incondicionales diputados en el Congreso local, para desaparecer la famosa y absurda minigubernatura.
 
El renacimiento del plan B
Para dar un mejor contexto al tema de la minigubernatura, retomaré un fragmento de mi columna, en donde por vez primera toqué la posible la desaparición de la minigubernatura.
 
Contracara
7 de abril
 
Hay un escenario —que quizá ya pasó por la mente del actual inquilino de Casa Puebla—, siempre y cuando Gustavo Madero no logré la reelección. La propuesta sería modificar, una vez más, la Constitución del estado y la Ley Electoral del Estado de Puebla, para desaparecer la minigubernatura y proponer un gobernador de cuatro años ocho meses.
En este escenario, Moreno Valle podría mandar a su mejor carta, quien en estos momentos es Tony Gali y le garantizaría mayores posibilidades de victoria, toda vez que el alcalde goza de un fuerte capital político electoral.
Este movimiento le generaría al actual grupo político en el poder la supervivencia, toda vez que el sueño presidencial morenovallista se postergaría hasta el 2024; además, el actual gobernador buscaría para 2018 un lugar en el Senado. Ya instalado en su escaño trabajaría de la mano de Gali Fayad para catapultar su imagen y alcanzar el anhelado sueño.
De considerar dicho escenario, el Señor de los Cerros tendría una sucesión tranquila y espantaría todos los fantasmas, llámense cuentas públicas, la venganza del Yunque, la sombra de Blanca Alcalá y el retorno del priismo al estado.
De lo contrario, de seguir con el plan A, el morenovallismo enfrentará un escenario complicado y de mucho desgaste. La dirigencia de Ernesto Cordero le pasará factura y sus aliados valorarán una posible alianza con él. Por su parte, el PRI apuesta por recuperar la plaza y mandará a su mejor carta, tanto para la minigubernatura como para la elección del 2018; claro, con la bendición desde Los Pinos.
En la casona de Los Fuertes valoran los posibles escenarios; el panorama se complica para el actual grupo en el poder, toda vez que hay heridas en diferentes frentes. Las cartas están sobre las mesas y el Señor de los Cerros baraja su futuro político.