El gran tlatoani —El que es Pez y Lagarto, al mismo tiempo—, predijo con años de anticipación que el final llegaría pronto, si no seguíamos sus sabias enseñanzas. “El paraíso se hundirá en los recochinos infiernos, todo y todos serán llevados al  despeñadero; pero que su espíritu macehual es tan grande y poderoso que, salvará a aquellos que se arrepientan de sus malas acciones y retomen el camino de la verdad única, (cosa de sabios). 
Su séquito lo seguía, gemían: “Nos han robado el oro, la plata y las piedras preciosas, los collares de plumas y los mares y el canto del cenzontle que trina con la estrella del amanecer y el petróleo y…!salvemos la tierra de los tenochcas. Vayamos al paraíso de los trabajadores”. 
Los tlatoanis, los sabios y sublimes maestros de los grandes teocalis, hacían gala de su cultura e inteligencia únicas, proclamando acompañados del ritmo hipnótico de los teponaxtlis…Parir es doloroso. Parir, ser madre,  sin un guerrero que  proteja a las parturientas, es más;  les partirá la madre para siempre. 
Lo tlatoanis, maestros del bien decir, proclamaban, en su infinita sabiduría:“Es inimaginable el valor de las turquesas. La turquesa fue parida por la madre de los tlatoanis, la maestra de los grandes. Ser un glorioso tlatoani, es ser turquesa “a huevo”.  
La guerra continuó. Se oían cantos y alabaza por doquier; “Yo sé lo que ser pobre, y he logrado obtener importantes reconocimientos y medallas en los teocalis de tierras lejanas”, otro decía “yo sé lo que hace falta para que vivas en el paraíso por siempre”, otro más “Cuando era niña yo tocaba el violín en los caminos, yo aprendí a hacer galletitas de Santa Clara cuando era pobre”, etcétera, etcétera… 
´Ora ve a votar, lector querido,…o vete a vivir en una cueva, lejos, donde no tengas que oír tanta estupidez. Así es esto.