Más de 600 mil hectáreas de bosque y vegetación se pierden cada año en México y, junto a malas prácticas agrícolas, son la causa de la pérdida de 540 millones de toneladas de tierra fértil que reduce rápidamente la capacidad productiva de las tierras.
El cambio climático ha provocado también la presencia de intensas sequías que han causado enormes daños en amplias regiones.
Tan sólo en el año 2011, se afectó casi el 30 por ciento de la superficie en 8 estados del país con grandes pérdidas para la agricultura, la ganadería y la acuacultura. Hubo un gran despoblamiento ganadero.
La desertificación y la sequía son dos grandes finales del apocalipsis junto a la escasez de agua, la excesiva pesca oceánica, el calentamiento de la tierra, la contaminación ambiental, la pérdida de la vegetación y las especies.
Más de la mitad del territorio nacional comparando a zonas áridas y semiáridas donde llueve solo menos de 600 milímetros anualmente, más de 120 millones de hectáreas de nuestro país, tienen algún grado de erosión.
Al perder el suelo fértil  se pierde también la capacidad de retención del agua y, al mismo tiempo, la capacidad productiva en un momento en donde la necesidad de alimentos se incrementa por un aumento de la población mundial.
Para el año 2050 con casi 9 mil millones de personas en el mundo, se requerirá un 70 por ciento más de alimentos, pero los pronósticos dicen que habrá una reducción en la producción de los principales granos.
Todo lo anterior nos lleva a la necesidad de establecer mejores políticas públicas para atender el avance del deterioro del suelo que ya hoy es muy pobre en materia orgánica y de fertilidad.
El 17 de junio fue declarado por La Asamblea General de Naciones Unidas, como el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, el objetivo es hacer conciencia entre la población y los líderes políticos sobre la gravedad del problema.
En México, destaca la decisión del Gobierno de la Republica de crear la Comisión Nacional de Zonas Áridas (CONAZA) para aplicar políticas públicas en favor de la desertificación del suelo y el agua.
Asimismo, con el Programa de Conservación y uso Sustentable del Suelo y el Agua (COUSSA), se han construido una gran cantidad de obras de captación, almacenamiento y aprovechamiento, agropecuario y acuícola, del agua.
Tan sólo, en los primeros 3 años del Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto, en Puebla se han construido 105 presas, represas y jagüeyes para dotar de agua a igual número de comunidades en 80 municipios, y ello se ha logrado únicamente con recursos federales.
De igual forma, se han apoyado proyectos de acuacultura del desierto para producir peces en granjas tecnificadas en invernadero y con energía solar. Los municipios de Tehuitzingo y Cuayuca de Andrade son ejemplos de la aplicación de esta tecnología. 
Pero también existen proyectos de aprovechamiento de orégano mexicano en municipios como Zacapala, Molcaxac, Tepexi de Rodríguez y Huitziltepec, con una gran posibilidad de éxito.
El nopal-tuna tiene un lugar muy especial en la lucha contra la desertificación y la sequía. La gran resistencia a la sequía, lo convierte en uno de los cultivos más rentables en las zonas semiáridas. 
En nuestro estado destaca la comunidad de  San Sebastián Villanueva, municipio de Acatzingo, con casi 4 mil hectáreas de nopal- tuna; sin embargo, y debido a sus características productivas en regiones con sequías, la producción se ha extendido a municipios como Coxcatlán, Chapulco, San Gabriel Chilac, Tehuitzingo y Zacapala, con al menos 30 hectáreas en cada uno ellos. Sólo en Zacapala este producto se ha plantado en 70 hectáreas.
Por lo anterior, es importante señalar que la lucha contra la desertificación y la sequía necesita de la agricultura de conservación, aflojamiento de tierras, incorporación de residuos de cosecha,  abonos biológicos, especies resistentes a la sequía, siembra de precisión y cosecha mecanizada.
Pero lo más importante de esta lucha, antes de que sea una batalla perdida, es que requiere de políticas públicas que con voluntad sean establecidas para seguir haciendo viable la vida de las presentes y futuras generaciones.