Una vez conocidas las cifras arrojadas por la evaluación que de manera anual realiza Coneval se confirma que en Puebla las políticas sociales de combate a la pobreza son un auténtico fracaso.
Con habilidad, el gobierno del estado emitió un boletín interpretando las cifras y asegurando un avance de Puebla, respecto a la pobreza.
Sin embargo, el dato duro es que este año el gobierno morenovallista aportó 80 mil pobres más a los que ya existían.
Y además de los 80 mil nuevos pobres es que más del 60 por ciento de los poblanos viven en condiciones de pobreza.
Con los índices de Coneval se mide la pobreza y la extrema pobreza, tomando factores como electrificación, agua potable, drenaje y otros (provenientes de programas federales) que determinan si una familia sale de la extrema pobreza, pasando al rubro de pobreza.
Es ahí en donde se defiende el morenovallismo, al argumentar que bajaron el índice de extrema pobreza, pero siguen siendo pobres.
En términos coloquiales dicen: en Puebla hay 80 mil pobres más, pero ya no son tan pobres.
Que no jodan, ni se burlen más del jodido.
La realidad es que Puebla sigue siendo uno de los estados más pobres del país y permanece en condiciones similares a las de sexenios anteriores, aunque el morenovallismo haya contado con presupuestos anuales muy superiores a los de administraciones pasadas.
Por increíble que parezca, el hombre que jura estar transformando Puebla, hoy mantiene en los últimos lugares de pobreza a su estado; pero también nos tiene en los últimos lugares en temas como seguridad, gobernabilidad,  transparencia y una larga lista más.
No hay que ser un genio de la administración pública para saber que en lugar de haber gastado cuatrocientos de millones en la Rueda de la fortuna, ochocientos millones en la remodelación del Cuauhtémoc, tres mil ochocientos en el inservible CIS, doscientos en la remodelación del Auditorio Siglo XXI y 7 mil 300 millones en el Museo Barroco; todo se hubiera destinado para atacar la pobreza, Puebla estaría varios lugares arriba, con miles de poblanos en condiciones dignas de vida.
Lamentablemente esas obras no se ven, ni se pueden presumir en un spot televisivo.
De ahí que quienes están sentenciados a pagar el precio de las ambiciones presidenciales del Señor de los Cerros, sean los pobres, los cuales deberán conformarse con saber que Puebla tiene grandes obras, aunque ellos ni comida, ni calle, ni luz, ni piso, ni agua tengan.
Y sabiendo que si se les ocurre manifestarse, pueden terminar en la cárcel, para formar parte de la lista de más de cien presos políticos.
Esa es la Puebla morenovallista en la que nos ha tocado vivir.
Afortunadamente en política:
“No hay mal que dure más de seis años, ni poblano que los aguante”.