Los dramáticos e impactantes sucesos del día de ayer en Ajalpan, en donde fueron quemados dos hombres, supuestos roba chicos, refleja en buena medida la ausencia de seguridad en un estado en donde impera la ingobernabilidad.
A reserva de que se confirme que los dos linchados eran ladrones de infantes, secuestradores o encuestadores, es necesario poner el dedo en la llaga, respecto a la falta de autoridad en un estado en donde los linchamientos, la toma de ayuntamientos y la violencia desmedida se vuelven el pan de cada día.
Para no ir lejos, el día de ayer, además de los dos hombres asesinados a sangre fría y posteriormente quemados en plena plaza pública, también se dio otro intento de linchamiento en la junta auxiliar de La Resurrección.
Estos actos repetitivos son sintomáticos de una enfermedad que azota a un estado en donde el pueblo ha caído en un estado de psicosis, al grado de buscar hacerse justicia por su propia mano.
Es increíble que el gobierno del estado no haya tenido capacidad de respuesta para respaldar a una policía municipal que fue rebasada por la turba enfurecida.
Lamentablemente, hoy Puebla tiene en Jorge Benito Cruz, a un remedo de secretario de Gobernación, quien difícilmente distingue entre Ajalpan y Calpan y que desconoce —al igual que en su momento Luis Maldonado en Chalchihuapan— la peligrosidad de cada municipio.
Ese es el problema de gobernar con personajes ajenos a Puebla, quienes no tienen la más mínima idea de lo que se vive en las diferentes poblaciones del estado.
Y para rematar, en su afán de cuidar su chamba, son incapaces de hablarle a su jefe con la verdad, haciéndole creer que Puebla está bajo su control.
Las dramáticas escenas que ayer vimos en videos y que hoy roban las primeras planas de los diarios pudieron evitarse si el gobierno morenovallista actúa con celeridad y firmeza.
Es un hecho que la negligencia marcó el rumbo de un linchamiento, que independientemente de que hayan sido encuestadores, secuestradores o roba chicos, no se puede justificar de ninguna manera.
Lo de ayer nos remonta a finales de los años sesenta, en donde un grupo de estudiantes universitarios fueron confundidos con guerrilleros comunistas en Canoa y que azuzados por el cura del pueblo culminaron con el linchamiento y muerte de varios de ellos.
El problema es que la tragedia de Canoa fue en septiembre de 1968, cuando las comunicaciones eran mínimas y la capacidad de respuesta inexistente.
A 47 años de distancia, en plena época de las comunicaciones, con celulares, Internet, redes sociales y sobre todo con tres helicópteros para poderse trasladar en apoyo a la casi inexistente policía municipal, las fuerzas de seguridad estatales no pudieron llegar al rescate.
Peor aún, al filo de la media noche, aún no podían entrar al centro de Ajalpan, en una muestra contundente de la incapacidad de la autoridad, que durante casi cinco años quiso gobernar con base en el miedo; y que cuando el pueblo lo perdió, simplemente se desató, generando un clima de incertidumbre e ingobernabilidad.
Y salta la pregunta obligada.
¿Si Moreno Valle no puede ni con Ajalpan ni con Chalchihuapan, ni con La Resurrección, cómo diablos quiere gobernar México?

Foto: Es Imagen