Esta noche, el Chiquihuite Azul se enfrentará a una prueba que de antemano puedo decirles será reprobada.
Me refiero a que la falta de previsión de los autores del proyecto de ampliación del estadio se pasaron por el arco del triunfo el tema de los cajones de estacionamiento.
Quienes somos aficionados de toda la vida hemos sido testigos del conflicto que generan los partidos en los que se llena el estadio.
El problema es que el proyecto original del estadio a cargo del reconocido arquitecto Pedro Ramírez estaba pensado para albergar a 30 mil aficionados.
Con la primera ampliación, previa a la Copa del Mundo del 86, el estadio aumentó a 42 mil su aforo y con ello, el caos vial generado por la falta de cajones aumentó, provocando serios problemas a las colonias vecinas como Maravillas, al grado de que hay aficionados que dejan sus automóviles en el acotamiento de la autopista México-Puebla.
Lamentablemente, el capricho y las prisas del gobernador impidieron que se considerarán nuevas soluciones de estacionamiento, lo que agudizará el conflicto vial en la zona.
Esta noche se confirmará que la nueva ampliación del estadio, de 42 mil a 50 mil, además de que se perdieron cajones por la venta del terreno para el nuevo Coliseo (plaza de toros) que era parte del estacionamiento del Parque de Beisbol Hermanos Serdán, hará de la zona un verdadero manicomio, en donde la mitad de los vehículos no tendrán lugar de estacionamiento.
Así las cosas, hoy la locura será mayor afuera que adentro del Chiquihuite Azul, en donde los pleitos por un lugar de estacionamiento se conjugarán por un boleto en la reventa, la cual será la verdadera ganona de un partido supuestamente gratuito para los aficionados, pero en donde realmente estará la burocracia dorada del morenovallismo y los que tengan para pagar un boleto de reventa.
Así será como hoy concluya el viacrucis de la remodelación del estadio, en donde vimos al morenovallismo en todo su esplendor: desviación de recursos, retrasos de obra, cambio de materiales, sobre precios, licitación frustrada del nombre, fachada pirata, mini pantallas, prohibición de cemitas, mercado negro y reventa de boletos gratuitos, estacionamiento insuficiente y un montón de anomalías más.
Y así, mientras el Señor de los Cerros disfruta de su nuevo tortillero, la que se chinga es la afición.