En una elección cerrada, en donde cualquier variable puede darle el triunfo a alguno de los dos candidatos a la gubernatura, yo insisto en que el factor más importante para Tony Gali es el de generar una percepción entre los votantes, de que —de llegar a Casa Puebla— será él y nadie más el que gobierne el estado.
Si la alianza con el PRD se cayó fue por la simple y sencilla razón de que hoy nadie le cree al Señor de los Cerros. Y mucho menos los miembros del partido del sol azteca, de quienes se ha cansado de burlaras una y otra vez.
Si alguien estiró la liga para intentar mantener la posibilidad de la alianza, ese fue Tony Gali, quien padeció en carne propia la animadversión generada por Moreno Valle.
Y si los perredistas decidieron romper con el morenovallismo, los panistas no cantan mal las rancheras.
Y no es para menos.
Aquí una columna del 2011 que describe el ánimo de los panistas, solo que ahora exacerbado con 5 años más de humillaciones.
 

Contracara
17 de agosto de 2011

Nadie sabe para quién trabaja, y en el PAN menos
Era más que previsible, que si el PAN le abría las puertas a Rafael Moreno Valle, éste se metería hasta la cocina y les arrebataría el control de su partido.
Hoy, las pruebas dejan en claro la inocencia de los románticos panistas, que pensaron que el arribo de Moreno Valle a Casa Puebla les garantizaba disfrutar las suculentas mieles del poder estatal.
Basta con observar la conformación del primer equipo de gobierno, para afirmar que en los hechos, el PAN realmente perdió la elección de 2010.
A todos nos queda claro que cubrieron espacios con neopanistas, más bien priistas.
Hasta ahora en único panista que ocupa una secretaría en el gabinete de Rafael Moreno Valle es Pablo Rodríguez Regordosa, aunque todo indica que serán dos, ya que la línea es que algunos morenovallistas se afilien al Partido Acción Nacional (PAN) y se asegura que el primero será Néstor Gordillo, secretario de Desarrollo Social.
Otro de los obedientes funcionarios que se afiliarán en breve es el subsecretario Mario Rincón, quien también tiene su solicitud para ser azul, y cumplió con su primer encomienda con el partido acarreando expriistas al evento de Cordero, y supervisando que cada uno recibiera su respectiva torta y refresco.
Vale recordar que en 1986 se dio el cisma en el blanquiazul por la llegada de una cargada de neopanistas, sin embargo estos —cuando menos— tenían una ideología parecida, aunque no eran doctrinarios puros, como los que ahí estaban.
En Puebla se recuerda a los hermanos Jesús y David Bravo, a Irma Temoltzin y a Alejandro Cañedo Benítez, quienes tuvieron que dejar el partido ante la embestida principalmente de empresarios de la ultraderecha.
Veinticinco años después llega otra avalancha de neopanistas, pero estos vinculados de manera directa con el priismo y con una ideología diametralmente opuesta a los principios del panismo.
En la entrevista que publica hoy Intolerancia, realizada a Ana Teresa Aranda Orozco, advierte que en 2010 un grupo tomó al partido como una franquicia y ahora está pidiendo que desocupen la casa, como ya se vio en el Consejo Estatal.
De ahí que los panistas poblanos deban hacerse una serie de preguntas: el 4 de julio de 2011, ¿quién perdió la elección? ¿el PRI o el PAN?
La respuesta no está en los resultados de las urnas, la respuesta está en los nombres que conforman el gabinete estatal.
Y próximamente, en los miembros del comité directivo de su partido.
Y no se requiere que se rompan la cabeza, el PAN tiene un secretario, Convergencia uno, el Panal uno, El PRD ninguno y el resto, puro priista.
Sobra decir que, sin saberlo, el PAN no solo perdió la oportunidad de entrar a Casa Puebla, sino que ahora también les quitaron las llaves de su partido.
En conclusión, los dejaron en calzones.


Así las cosas, a seis años de distancia de la derrota del marinismo, la historia se repite. El candidato del gobernador se encontrará en la encrucijada de pintar o no suraya con su padrino político.
Y el problema no es decirlo, sino que el habitante de la Casona de Los Fuertes lo comprenda.
Digamos que es un asunto de controlar o no la soberbia.
¿Lo entenderá Rafael?
Veremos y diremos.