En las elecciones de 2010, el morenovallismo sacó al PRI de Casa Puebla. Uno de los múltiples factores que llevaron a Moreno Valle a la gubernatura fue la unidad pragmática del Partido Acción Nacional.

Todos los grupos blanquiazules —salvo el de Ana Teresa Aranda— se sumaron sin objetar a la candidatura del candidato de la coalición Compromiso por Puebla.

Al llegar al poder, el morenovallismo lanzó una estrategia para apoderarse del PAN en Puebla. La exclusión fue una práctica que llevó a los opositores del nuevo grupo blanquiazul a dejarlos fuera del partido.

La primera víctima fue Juan Carlos Mondragón —uno de los principales promotores panistas de la alianza multipartidista—, que tuvo que autoexiliarse en Inglaterra para dejarle el camino libre a los morenovallistas.

Después fueron excluidos todos aquellos panistas que representaran un obstáculo a los objetivos de los nuevos panistas.

Así quedaron fuera todos los blanquiazules de viejo cuño, los yunques, Ana Teresa Aranda, Rafael Micalco y Eduardo Rivera.

Ahora estos militantes están en contra del PAN- morenovallista, como es el caso de Ana Teresa Aranda.

Otros prefieren apoyar a los candidatos del blanquiazul pero en otros estados.

Ayer domingo, Eduardo Rivera, Juan Carlos Mondragón y Felipe Calderón acudieron al estado de Quintan Roo para apoyar la candidatura de Carlos Joaquín González, que abandera los colores del PAN y PRD.

En su cuenta de Twitter, Eduardo Rivera publicó el efusivo abrazo entre él y el líder nacional del PRD, Agustín Basave, luego de sostener una reunión en la casa de campaña de Carlos Joaquín.

Desde el pasado 29 de marzo se reveló que el exalcalde capitalino, Eduardo Rivera se sumó en Quintana Roo a la campaña del candidato perredista.

Es evidente que el PAN poblano sigue fracturado, que los intentos por unificar a ese partido no han logrado el cometido.

Los morenovallista minimizan el hecho, ojala esta división no les cueste la elección del 5 de junio, ya en las elecciones federales del año pasado, les pasó la factura.