Una de las principales características del gobierno morenovallista es el cinismo.

Lo mismo presumen una ley tramposa de transparencia, que la entrega a destiempo de uniformes escolares, que niegan el asesinato de un niño.

Esa es —sin duda— la característica de un gobierno que no tiene empacho en negar la compra de helicópteros y que no siente el más mínimo arrepentimiento cuando la verdad histórica de Chalchihuapan confirma que fue el gobernador el autor intelectual de un asesinato.

Por eso es que el cinismo es un término que describe a las mil maravillas a un gobernador, que prefiere mantener a sus disidentes en la cárcel, antes que enfrentar la crítica, por más dura y merecida que esta sea.

En honor a este comportamiento generalizado de cinismo, el inefable fiscal Víctor Carrancá reconoció ayer que Puebla se convirtió en un tiradero de cadáveres, en clara alusión a los estados vecinos que se deshacen de sus ejecutados en tierras poblanas.

Y es justo ahí donde surge una interrogante:

¿De qué diablos sirven los Arcos de Seguridad que inauguró el gobernador hace apenas unos meses?

Evidentemente, esos armatostes que nos costaron una millonada a los poblanos, no sirven para nada.

Pasar por esos espectaculares arcos es una auténtica vacilada por la simple y sencilla razón de que no funcionan.

Si Puebla fue seleccionado por los grandes líderes del narcotráfico para utilizar estados como Veracruz, Morelos y Estado de México para convertirlo en un tiradero de cadáveres, es por haber generado una percepción de que al gobernador y a sus principales achichincles lo que menos les importa es la seguridad de los que aquí vivimos.

Es evidente que el fiscal ignora o “quiere ignorar” la creciente presencia del crimen organizado en el estado que gobiernan.

En Intolerancia Diario hemos dado santos y señas de los grupos de la delincuencia que operan en el estado, sin que nadie haga absolutamente nada.

En Huauchinango y Xicotepec existen células fuertes de grupos del narcotráfico, así como otros reconocen la presencia de otros grupos en la Mixteca, en San Martín y prácticamente en todos los rincones del estado. 

Pero ¿qué podríamos esperar de un fiscal que se atrevió a fabricar la teoría del cohetón con tal de limpiarle la cara a su patrón?

El problema es que aunque Moreno Valle ya esté por irse de Casa Puebla, nos dejará de herencia maldita a Carrancá.

Es justo ahí donde uno se pregunta: ¿lo mejor está por venir?

Sálvese quien pueda.