Gane quien gane, incluso en el escenario de una victoria panista, el gobernador dejará de serlo en los hechos en solo un mes.

Pese a su estilo autoritario, el 5 de junio por la noche no habrá más gobernador que Tony o Blanca.

A partir de ese instante, el nombre de Rafael apestará y los aparadores y las decisiones de poder solo pasarán por su escritorio como si de firmar títulos y certificados escolares se tratara.

El último mes del gobernador Moreno Valle no será en enero de 2017, sino este mayo de 2016, cuando —por cierto— se quedará esperando al Presidente en el palco principal del 5 de mayo.

Lo que veremos a partir del 6 de junio serán los estertores de un político que agoniza.

Ni más, ni menos.

En Puebla no habrá
factor Morena

Aunque el peso específico de Andrés Manuel López Obrador en Puebla es innegable, la necedad de imponer a un académico gris como candidato a la mini gubernatura provocó que el llamado Movimiento Regeneración Nacional se quedara "estático" en esta elección.

Mientras que en estados como Veracruz y Zacatecas, Morena tiene un protagonismo clave para los resultados finales donde no se descarta un campanazo; aquí en Puebla tiraron la toalla desde el primer round.

Lo que simplemente no me explico es por qué dejaron morir la posibilidad de pelear por un estado donde AMLO ganó las elecciones presidenciales.
Sobre todo porque construyendo una candidatura a gobernador desde este 2016, se podría pensar en ganar Casa Puebla en 2018.

Para nadie es un secreto que Andrés Manuel es un sólido contendiente presidencial y que mucho le ayudará un candidato fuerte en Puebla.

Pero en esas necedades pejeñas, apareció en escena el nombre de Abraham Quiroz, quien tendrá exactamente el número de votos que la marca lopezobradorista le obsequie, pese a la diminuta proyección de don Abraham.

No había que pensarlo mucho, Morena tenía una sola opción real, jugar con Rodrigo Abdala, quien seguramente habría crecido mucho más que el doctor Quiroz, ganando un posicionamiento de cara al 2018.

A diferencia del PRI y PAN, en estos partidos como Morena las derrotas no marcan su historia, por el contrario, la forjan.

Si partimos de la base de que en 2018 veremos una elección altamente competida, donde un millón de votos provenientes de Puebla pudieran darle la presidencia a AMLO, no comprendo por qué desdeñar la elección de 2016.

Sin duda era el momento de consolidar a Morena como la tercera y quizá segunda fuerza política estatal.

Desafortunadamente, la soberbia no es la mejor consejera de Andrés Manuel.