La elección de ayer no dejó dudas sobre la preferencia electoral mostrada en las urnas en favor de Tony Gali.

A partir de hoy, Puebla tiene en Tony Gali a un nuevo gobernador que deberá compartir el poder durante largos siete meses con el egocéntrico Señor de Los Cerros.

La diferencia de votos alcanzada por Gali en la jornada electoral nos lleva a pensar que los priistas deberán olvidarse de las estrategias jurídicas para sumarse a la postura congruente y madura de su candidata, quien reconoció que esta vez las tendencias no la favorecían.

En política se gana y se pierde, y Blanca Alcalá entendió que las circunstancias hicieron prácticamente imposible su triunfo.

Así las cosas, ahora Tony Gali deberá trabajar para aprovechar desde el primer día su corta administración, sabiendo que si quiere dejar huella, necesita consolidar proyectos desde el primer minuto de su mandato.

Habrá que ver hasta dónde encuentra en Moreno Valle el canal correcto para proyectar 20 meses de gobierno con su propio sello y personalidad, o si se encontrará con las barreras de un personaje que aspira a seguir gobernando Puebla a través de su sucesor.

Quienes piensen que la transición será miel sobre hojuelas, por ser amigos y pertenecer al mismo partido, pueden estar equivocados, porque una de las principales características del poder es que este no se comparte.

Para fortuna de Rafael, el próximo gobernador es un conciliador natural, lo cual puede facilitar el cambio de estafeta, pero en la mente de Tony Gali debe estar presente la idea de que cada concesión a Rafael le puede resultar altamente costosa.

Veremos y diremos.

La guerra de las estructuras

La de ayer confirmó que el capricho morenovallista, avalado por el Legislativo poblano de crear una minigubernatura de año ocho meses, fue un atentado contra las prácticas democráticas.

Sin duda, ayer aparecieron los dos personajes con mayor potencial electoral de los dos principales partidos en Puebla, sin embargo, entre ambos apenas alcanzaron la misma suma de votos de la elección intermedia federal de 2015, cuando se disputaron solo diputaciones federales y cuando acudieron a las urnas 1 millón 690 mil poblanos.

Es evidente que la elección resultó una guerra de estructuras, de la que Tony Gali sacó el mejor partido. Los números no mienten. La abstención de 55 por ciento es una muestra de que solo votaron las estructuras creadas por las instancias gubernamentales.

Y es aquí en donde azules y colorados deben detenerse para reflexionar sobre el hartazgo que han provocado en el ciudadano común y corriente, que ayer decidió no salir a votar.

Todo indica que ese 35 por ciento de voto indeciso terminó decidiéndose por no salir a votar.

Vaya, hasta los supuestos promovidos prefirieron quedarse en sus casas antes que votar.

Para fortuna del PAN, lograron mover a poco más de 800 mil votantes, pero en el PRI deben estar seriamente preocupados, porque el famoso voto duro parece estar en picada.

Le robaron 200 mil a Súper Piñita

Por andar de hablador, ahora Juan Pablito Piña deberá explicar dónde se le perdieron 200 mil votos. Hay que recordar que en un boletín presumió que había alcanzado la cifra de 1 millón de promovidos.

Suponiendo que los 800 mil votos hayan sido todos los que él le consiguió a Tony Gali y que los demás operadores —incluido el candidato—, no hayan convencido a nadie, de todos modos le robaron 200 mil.

Para fortuna de Súper Piñita, el PRI se quedó más corto de lo calculado, porque si hubieran logrado los 880 mil de las dos últimas elecciones, ahorita lo tendrían colgado en el asta Bandera del zócalo de Puebla.