Para los poblanos, las historias de la nota policiaca se limitaban a robos con violencia, riñas y por ahí algún homicidio.
Las ejecuciones, secuestros, homicidios masivos y otros alarmantes delitos eran vistos a la distancia como si se tratara de una película hollywoodense o de las páginas de aquel sangriento diario capitalino que conocimos como Alarma.
Lamentablemente, hoy para los poblanos la sangre es parte de nuestra nota diaria.
En los últimos días hemos visto todo tipo de asesinatos, aunque por obvias razones el multihomicidio de 11 personas de una familia en Coxcatlán robó cámara.
Sin embargo, a este sanguinario crimen debemos sumar en un fin de semana el asesinato en El Tigre de la avenida Juárez de un cliente, así como la ejecución de un hombre en la Mesa de Metlaltoyuca y el asesinato de un hombre de 85 años en la capital por resistirse a un asalto.
Para rematar, siguen apareciendo partes de cuerpos humanos en el río Nexapa, en Izúcar de Matamoros.
A segundo plano pasaron el asalto a un Sanborns y el robo a la casa del presidente municipal de Cholula.
Nos guste o no, esa es la Puebla del día a día, resultado de una serie de errores y caprichos de un gobernador que descansó de esa responsabilidad poniéndola en manos de personajes que vinieron a hacer la América a nuestras tierras.
Gente como Víctor Carrancá, Facundo Rosas y Rodríguez Almeida son personajes que dejarán marcada a Puebla con el sello de sangre de la inseguridad.
Dicen los expertos que el control que pierdes en materia de seguridad en un año, lo recuperas —si es que aplicas una estrategia correcta— en cuatro o cinco años.
Así las cosas, este sexenio los poblanos lo podremos describir de una manera muy sencilla: subiéndonos a la rueda de la fortuna o al teleférico, y observando desde ahí a la Puebla insegura, sabiendo que mientras dure ese corto viaje, estaremos relativamente seguros, porque una vez bajando de las obras de oropel morenovallista, debemos aplicar la frase: “Sálvese quien pueda".