A la conclusión de un proceso electoral todos los partidos políticos se obligan a realizar un análisis metodológico de resultados obtenidos hayan sido favorables o desfavorables, para establecer su hoja de ruta a seguir a corto, mediano y largo plazo. Más aún, cuando los resultados son desfavorables, a menos que algún partido político quiera convertirse en experto en perder. Y este no es el caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Puebla.

El fin de semana, el CDE del PRI en Puebla convocó a un diálogo con cuadros estatales en el cual fue presentado un análisis sobre el resultado de la elección del mes de junio, en dos líneas del análisis de los factores políticos: internos-externos, y la numeralia. El diálogo al finalizar la presentación fue enriquecedor.

En los resultados numéricos como partido, el PRI en Puebla encuentra una serie de hallazgos.

Solo dos ejemplos: Comparativamente con la elección de 2015 donde obtuvimos 574 mil 563 votos; en la elección de junio, obtuvimos 591 mil 752 votos, es decir, incrementamos nuestra votación en 69 mil 059 votos. Y a pesar de la baja votación obtenida por los partidos en alianza con el PRI, el PVEM aportó 2.07 % y el PES .60 % obtuvimos en total 643 mil 260 votos.

Si el mismo ejercicio lo hacemos con el Partido Acción Nacional (PAN) en la elección de 2015, logró una votación por partido de 495 mil 098 votos, para 2016 logra una votación a la baja 305 mil 240 (35.09 %) y sus partidos aliados le aportaron, el PNA 3.24 %, el PCP 2.91 %, el PT 2.09 % y el PSI 1.86 %, con lo que alcanzó una votación final de 869 mil 878 votos con los que gana la elección.

Segundo hallazgo: Si le damos seguimiento al resultado obtenido por municipio, encontramos que en 2013 -año cuando hubo elecciones municipales- el PRI obtuvo el triunfo en 85 municipios, para la elección 2016 aun cuando solo contendió la figura de gobernador ganamos en 101 municipios, es decir aumentamos 16 municipios.

Estos datos que pudieran parecer poco relevantes, pero en prospectiva rescatan dos puntos a atender de cara a futuras elecciones: 1) las alianzas que se establezcan con otros partidos políticos en futuras elecciones ya que el PAN por sí solo no gana una elección, y 2) la visible fortaleza del PRI incrementada en el nivel municipal. Incluso, el alto porcentaje de abstencionismo que se presentó, se convierte en área de oportunidad que hay que tener muy presente.

Por supuesto, el resto del análisis presentado el fin de semana por el CDE del PRI incluye diagnósticos por municipio, por distrito local y por distrito federal, lo cual nos permite establecer una planeación estratégica, partiendo también de que las dinámicas del voto cambian.

Factores políticos internos y externos

La otra línea de análisis tiene que ver con factores políticos externos e internos. Sin duda mucha tinta ha corrido sobre los factores externos: Que si hubo un mal diseño de la campaña política, que si hubo errores, etcétera; sin duda los hubo, pero las respuestas a esas interrogantes parten del cristal desde donde se miren, porque de ello depende alterar lo que pasó, sin embargo, nadie puede, en su sano juicio, negar la serie de abusos y violaciones a la ley que desde el gobierno del estado se presentó, las complicidades y parcialidades del órgano electoral, que sin duda fueron un factor de la derrota; también, las repercusiones de la problemática nacional, la falta de confianza en los partidos que repercute también en los factores internos.

En lo interno, la historia política local nos lleva a hablar de la pérdida del sentido de pertenencia al partido, de la distancia que hay entre el partido y la sociedad en su conjunto, luchas cupulares, peleas por nada, deslealtades, traiciones, simulaciones, engaños; y hasta enojos absurdos y rencores acumulados. Disputas estériles.

Y en ello me detengo en una reflexión, la política la hacemos seres humanos, nuestros principios políticos establecidos en nuestros documentos básicos son atemporales y son también principios humanos. Y los seres y humanos que hacemos política somos diversos y tendríamos que empezar por analizarnos nosotros y nosotras mismas. ¿Cuáles son nuestros intereses personales o de grupo? ¿Cuáles son nuestros objetivos? ¿Hacia dónde queremos llegar y qué métodos vamos a usar para lograrlo? ¿Para qué queremos llegar a las posiciones políticas? Y hasta el daño que le hemos hecho y le hacemos a la Institución con nuestras acciones.

“Vocación” para la política

Max Weber en su conferencia dictada sobre La Política como Vocación (1919) señalaba “quien hace política aspira al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder “por el poder”.

Weber decía a quien quiere en general hacer política, pero sobre todo, quien quiere hacer política como profesión -que a ello deberíamos aspirar todos y todas las que hacemos política- el político “ha de tener conciencia de las paradojas éticas y de su responsabilidad por lo que él mismo, bajo su presión, puede llegar a ser. Nadie puede prescribir si hay que obrar conforme la ética de la responsabilidad o la ética de la convicción, o una u otra, porque son elementos complementarios que concurren para formar al hombre -y yo diría ahora- o a la mujer auténticos que puedan tener “vocación política”. Los políticos “deben tener al mismo tiempo pasión y mesura”, solo así un hombre y en la actual época una mujer tienen “vocación” para la política.

Y lo refiero derivado de que del análisis se desprende reflexionar sobre nuestra propia historia política de Puebla, fundamentalmente a partir de la primera derrota del gobierno del Estado en 2010, porque sin duda no sabemos ser oposición, entonces ¿Cómo debemos obrar –para usar el mismo concepto usado por Weber- los políticos y las políticas en Puebla” y pareciera que muchos y muchas olvidamos hacer conciencia entre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción que nos convierta en hombres y mujeres con “vocación política” Sí con mucha pasión pero con mesura; aspirando a ocupar posiciones de poder no solo por caprichos o ambiciones personales o peor aún “solo por alcanzar el poder.”

Y no podemos continuar cometiendo los mismos errores. Debemos reencontrar la causa común que nos ha unificado a las y los priistas; ya que renovar la confianza ciudadana implica que como partido tenemos primero que fortalecer y unificar nuestro trabajo en una misma dirección al interior, reconstruyendo nuestras estructuras municipales y seccionales, reviviendo, recuperando y fortaleciendo el asambleísmo, ese asambleísmo al interior de nuestros cuadros, de simpatizantes y militantes que surge de reunirse, de hablar, de analizar, de debatir, de escuchar a todas y a todos, de practicar el ejercicio de la palabra en sentido horizontal, donde todo lo que dice un priista tiene un peso y un valor y a partir de ello acercarnos a hacerlo con la sociedad su conjunto.

Todas y todos tienen el derecho legítimo a aspirar a una postulación, sin embargo, ante nuestra realidad, la mesura se convierte en principio, que junto con la ética de la responsabilidad y de la convicción, el respeto y también la pasión se convierte en fundamental para avanzar; y fortalecer primero a nuestro instituto político para que cuando llegue el momento esté listo para abanderar a nuestros mejores hombres y mujeres, formados, capacitados y competitivos para ganar elecciones. La unidad sin duda es pre condición y todavía es una aspiración.

¿Cómo definir el rumbo a seguir si no estamos unificados? Por ello la convocatoria es al diálogo y al acuerdo político; a construir juntos las condiciones y a estructurar las nuevas alternativas para llegar a las elecciones de 2018, porque necesitamos como bien escribía recientemente José Woldenberg “atender los fenómenos que debilitan la convivencia democrática” (Nexos, julio 2016).

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Palabra de Mujer Atlixco

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