El 5 de noviembre de 2014 publiqué en este espacio sobre la maldición de los verificentros y advertí que Moreno Valle pagaría muy caro el favorcito que le hizo a su amigo el boxeador Jorge Kahwagi.

A casi dos años de aquella columna, hoy el cochinero de los verificentros salió a la vista y representa un duro golpe a la imagen de quien aspira llegar a Los Pinos.

Corrupción y tráfico de influencias son el sello de los centros de verificación morenovallistas, vicios que, se dijo, serían combatidos, pero que en realidad no sucedió.

Aquí lo que escribí aquel 5 de noviembre de 2014.

La maldición de los verificentros

El caso que el gobierno morenovallista ha generado con los nuevos verificentros en Puebla confirma que para el Señor de los Cerros lo único que importa es el beneficio personal y el de sus amigos.

La licitación pública amañada, que le permitió a Moreno Valle beneficiar a su amigo personal Jorge Kahwagi, primo de su secretario de Infraestructura, José Cabalán Macari, no sólo afectó a los 80 concesionarios que operaban igual número de centros de verificación, sino que también afectó a más de un millón de poblanos.

Lo que ha sucedido con los verificentros rebasa los límites del cinismo y la impunidad gubernamental.

A todas luces, la licitación de los verificentros fue una descarada estrategia de despojo para otorgarlos a una veintena de empresarios detrás de los cuales se esconde el amigo del gobernador.

Pero ahora también se les beneficia protegiéndolos, al no cancelarles las concesiones debido a que no cumplieron con la fecha de inicio de operaciones, la cual ha provocado daños a todos los automovilistas y transportistas de Puebla.

En teoría, el gobierno está para proteger a los poblanos y no a los empresarios foráneos que vinieron a hacer su agosto con el negocio de los verificentros, pero que no han sido capaces ni de abrir.

Muchos de los empresarios poblanos relegados en la licitación no entraron porque sabían que era materialmente imposible cumplir con los tiempos de apertura de los nuevos verificentros, porque los fabricantes de los equipos tardan más de seis meses en entregarlos.

Pero ese candado sólo fue para hacerlos a un lado y hoy el único ganador real de la licitación es protegido por la autoridad estatal, mientras todos los demás nos fregamos.

Por increíble que parezca, hoy sólo operan cuatro nuevos centros de verificación de los 27 que ganaron, por no tener equipos ni instalaciones, mientras los 80 empresarios poblanos a los que les cancelaron sus concesiones ven cómo sus equipos se echan a perder y los automovilistas tenemos que sufrir detenciones y extorsiones en el Distrito Federal por no poder verificar.

Y para acabarla de fregar, el único verificentro que operaba en Puebla desde el día primero fue clausurado por la Profeco, por incumplir con las normas mínimas que exige la dependencia federal.

Pero el problema no termina ahí.

Si el poderoso y visionario Señor de los Cerros de verdad quería modernizar los centros de verificación para cuidar nuestro medio ambiente, le quiero decir que el daño ecológico causado durante estos meses es muy grave y representa un atentado ecológico. El daño por todos los vehículos que no han verificado tardará cuando menos dos años en recuperarse, ya que no hay forma de regularizar ese millón de vehículos en menos tiempo.

Si partimos de la base de que los verificadores que operaban en Puebla cumplían con las normas nacionales e internacionales, debemos concluir que no existe ninguna justificación técnica ni ecológica para este cambio.

Lo que se ve no se juzga.

Es obvio que detrás del nuevo programa de verificación está el interés del dinero.

Y cuando se hacen las cosas con los pies y con tan mala fe, todo termina revirtiéndose a quien pensó que por ser el temido Señor de las Balas podía hacer lo que le viniera en gana.

Hay que recordar que Jorge Kahwagi es —al igual que el góber Bala— un ahijado de Elba Esther Gordillo, y que se dice que los verificentros forman parte de las facturas pendientes con la maestra.

Está bien que tengan "palabra" y que la cumplan, pero no afectando a los 80 empresarios que tenían invertido su dinero en los centros de verificación, y de paso a todos los automovilistas poblanos.

Así las cosas, la maldición de los verificentros hoy es un dolor de cabeza más para Moreno Valle, quien pagará muy caro el favorcito que le hizo a su amigo el boxeador.

Ya lo verán.