(Primera parte)

Diles a tus papás que quiero platicar con ellos hoy a las 5 de la tarde”, me dijo un día de marzo de 1971 Austreberto Rosas Guerrero, mi maestro de quinto año de primaria en Tecomatlán, Puebla.

El temor me invadió porque pensé que algo malo había hecho y me acusaría con mis padres. Esta actitud de pensar negativamente lo hacemos, al menos una vez en la vida, 9 de cada 10 personas. El hecho de no creer en uno mismo es algo muy común.

La plática fue para decirles que él veía potencial en mí y les pedía que me apoyaran para seguir estudiando, que no me quedara en el pueblo. Así, pude salir a continuar mis estudios y tener las oportunidades que me permitieron, circunstancialmente, encontrar mi vocación. Por desgracia, muchos no las han tenido.

Según Dennis Waitley, ser el mejor es reconocer el talento y el potencial con que se nace y aprovecharlo al máximo con un propósito que se traduzca en autosatisfacción y, al mismo tiempo, beneficie a los demás. Lamentablemente, muchos desconocemos nuestros talentos y potencial y decidimos nuestro destino sin ningún conocimiento de sí mismos.

Gallup, una organización estadounidense con más de cuarenta años de investigación en el área de la psicología positiva y de fortalezas, define al talento como un patrón natural e innato de comportamiento, pensamiento y sentimientos que puedan utilizarse productivamente. Por su parte, la Fundación Johnson O´Connor ha trabajado en Estados Unidos sobre el desarrollo del talento desde 1922.

En México, la pobreza en la que se encuentra más de 64 por ciento de la población es aún uno de los mayores problemas. La baja productividad, junto con el deterioro ambiental, son los principales problemas de la economía y el medio ambiente, y mucho tiene que ver con la formación de nuestros recursos humanos.

El sistema educativo nacional no le ha dado la importancia debida a la identificación de talentos y habilidades de los niños y los jóvenes. Actualmente, hay casi 32 millones de alumnos inscritos en los distintos niveles escolares. Ayudar a conocerse a sí mismo es aún la mayor tarea pendiente de la educación en México.

Según investigaciones recientes, 5 de cada 10 estudiantes que ingresan a las universidades abandonan la carrera y, de los que continúan, 5 de cada 10 cambian de carrera antes de terminar el tercer semestre. Esto implica la pérdida de dinero tanto de los padres como de las instituciones educativas, además de que los estudiantes pierden tiempo.

En nuestro país, existe sólo un 25 por ciento de graduados de educación media superior entre los 25 y 34 años. El promedio de los países de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) es 40 por ciento. Del total de estudiantes mexicanos que abandona el sistema educativo, un 40 por ciento lo hacen en la transición del nivel medio superior al superior según estudios sobre políticas prioritarias para la productividad.

Ante esta estadística, la frustración e insatisfacción son comunes en la población y la desmotivación genera un limitado desarrollo humano. Es por ello que si usted descubre sus dones naturales, desarróllelos y luego, aprovéchelos para ser el mejor a su medida; eso es lo que recomienda Dennis Waitley. Sin embargo, no existen instituciones suficientes para ayudar a identificar talentos, habilidades, ni una verdadera orientación vocacional en México. No hay una sólida política pública al respecto.

Las prioridades educativas son otras, ajenas la necesidad de la población.

¿Será por eso que más de la tercera parte de los profesionistas actualmente están desempleados o subempleados y las dos terceras partes que trabajan, sólo ganan en promedio TRES salarios mínimos?..

* Director del Centro Internacional de Seguridad Alimentaria

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