Por más que el morenovallismo trata de sacudirse los efectos negativos para la imagen del Señor de los Cerros no logra conseguirlo.

Cuando ya todo estaba en calma, la necedad de mantener en prisión al exalcalde auxiliar de Chalchihuapan volvió a revivir las muestras de autoritarismo con que gobierna durante su agonizante sexenio.

El caso del expresidente auxiliar de Chalchihuapan, Jairo Javier Montes Bautista, revivió los excesos del gobierno morenovallista y la grave violación a los derechos humanos.

Y tal como lo escribí el 2 junio de 2015.

“Chalchihuapan y la #LeyBala persiguen a Moreno Valle

Por más que lo trate de ocultar, minimizar y matizar, el caso Chalchihuapan y la Ley Bala persiguen a Moreno Valle por donde quiera que se pare.

Lo sucedido en Baja California Sur es uno más de los reclamos en contra del morenovallismo, como el que sucedió en Nueva York contra su esposa, o la investigación en la ONU y también el juicio en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos.

Al ser cuestionado por la aplicación de las balas de goma, Moreno Valle, como se aprecia en el video, refleja su temperamento y personalidad, en donde cínicamente niega lo que la Comisión Nacional de Derechos Humanos ya determinó.

Y aún más, en su estilo autoritario asegura que “en Puebla no existen las balas de goma. En Puebla no se reprime, sino que se cumple la ley”.

En Puebla, dijo, “no se utilizan las balas de goma, mucho menos existe lo que se ha llamado como Ley Bala”.

A Moreno Valle se le olvida que fue el promotor de la Ley Bala y que ordenó disparar contra civiles.

También se le olvida que el pánico se apoderó del él y que lo contagió a todo su equipo, el cual se paralizó ante la arremetida mediática generada por el asesinato del niño José Luis Tlehautle, la tarde trágica de Chalchihuapan.

Tampoco recuerda el letargo morenovallista, para reaccionar, hacía pensar que preparaba una estrategia lógica y contundente que pudiera detener la creciente bola de nieve que inició por los contados medios críticos locales, trasladándose a las redes sociales, hasta que la tarde del viernes, después del anuncio de la muerte cerebral del niño, se convirtió en una avalancha, cuando se sumaron los medios nacionales a publicar, analizar y cuestionar los actos de represión ordenados por el gobernador poblano.

Sin embargo, la primera postura oficial en la que se manejó la versión de que no se habían utilizado balas de goma se complicó con la defensa que hizo el propio Moreno Valle de la Ley Bala, para que una semana después terminara mandando una iniciativa para que su Congreso abrogue el mismo ordenamiento de su autoría.

Pero los yerros en el manejo de esta crisis han venido como en cascada.

Negar el uso de balas de goma, pese a las pruebas físicas y fotográficas, se complicó cuando utilizaron un oficio manipulado de la Secretaría de la Defensa Nacional para asegurar que no contaban con ese tipo de armas, versión que se desmoronó cuando Acento 21 presentó el oficio completo, donde se demuestra que la Secretaría de Seguridad Pública de Puebla sí cuenta con este tipo de armas consideradas de cargo.

La versión oficial se agrava cuando se demostró que en 2011, en el operativo comandado por Ardelio Vargas en Chignahuapan, en donde la propia Comisión Estatal de los Derechos Humanos emite un dictamen confirmando el uso de las llamadas balas de goma.

También están las versiones periodísticas de Intolerancia Diario y La Opinión, en las que se detallan estos operativos y los proyectiles utilizados.

Y si no fueran suficientes, están los testimonios de los habitantes de Chalchihuapan, las fotografías y los videos donde se ve a los policías disparar, además de los documentos de la Sedena, la CEDH y las citas hemerográficas; también, la opinión del neurólogo enviado por el Senado confirma que la muerte del niño no fue provocada por un cohetón, sino por un proyectil.

Por donde se analice, la estrategia morenovallista falló por una simple y sencilla razón: una mentira tan grande termina cayendo siempre por su propio peso.

Quienes le aseguraron al gobernador que podrían contener a los medios se equivocaron.

Menospreciaron a los pocos medios locales críticos y pensaron que los millones gastados en los medios nacionales les corresponderían con una complicidad ciega.

Craso error.

Los medios locales independientes prendieron la mecha, las redes sociales cuidaron que esta no se apagara en su camino, hasta que los medios nacionales detonaron la bomba, que enterró la prometedora carrera política de Moreno Valle.

Era más fácil desaparecer la Catedral que la bala asesina. En fin”.