A veces por más que uno intenta escribir algo que no tenga un dejo de amargura y de pena es una lucha perdida. Sobre todo cuando estás rodeado del crimen, asaltos, maldad, corrupción; y todo, por el egoísmo descomunal de unos cuantos, que día con día aplastan a los de abajo que cargan el trono de los elegidos.

Pienso que esta loquera no es privativa de Cholula, de Puebla o de México, no, así está el planeta completo.

Ya se agotaron los sistemas, las  formas de trabajo y de vida. Somos más de siete mil millones de maceguales —para aquellos que los números les sacan ronchas—, nuestro pobre y explotado planeta no aguanta más… ni yo tampoco; a veces me dan ganas de cambiar de planeta, o de hacerme el mío.

Te imaginas, lector querido, que uno pudiera hacer su propio planeta, sin políticos, sin talamontes, sin ordeñadores de ductos de combustible, sin policías de tránsito que te culpen injustamente porque el buey que te deshizo es su cuate, sin ministerios públicos ni jueces que se vendan, o sin los todo poderoso intocables porque “tú no sabes con quién te metes”, sin ningún “yo mando, soy la ley”, sin el nos arreglamos y sale pronto.                        

Detesto el “¡uyyy, no, joven!, va estar difícil” porque ya sé que significa “ya te jodiste, vas a tener que soltar lana”. Es un horror, todavía no entiendo como hemos podido vivir en esta situación,  y lo que es peor, que ya sea parte de nuestra vida cotidiana… Qué hijos le estamos dejando al planeta, o a lo que queda de él.

Con qué cara podemos ver a las nuevas generaciones, qué podemos esperar de ellas con una educación tan desastrosa, donde “el que no transa no avanza”… Por cierto ¿alguien sabe dónde quedó aquello de “el respeto al derecho ajeno es la paz?