Por enésima vez en lo que va del sexenio, el inefable fiscal Víctor Carrancá fue exhibido como un vil fabricante de delitos.

Esta es la historia.

El 3 de mayo de 2013, estudiantes universitarios —uno de ellos con altos niveles de excelencia académica— fueron levantados en autos particulares y llevados a las instalaciones de la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado, ubicadas sobre el bulevar 5 de Mayo, sin existir orden de aprehensión otorgada por un juez.

Fiel a la costumbre de Carrancá Bourget, los jóvenes fueron torturados y presionados para que “confesaran” que estaban promoviendo a través de Facebook una movilización para desestabilizar el desfile del 5 de mayo que presenciaría Enrique Peña Nieto.

El fiscal Víctor Carrancá filtró que se había llevado a cabo todo un operativo de inteligencia para desarticular a un grupo de desestabilizadores que atentarían contra los poblanos y el presidente de la República.

Así las cosas, a principios de mayo de 2013 la PGJ cateó una supuesta casa de seguridad, ubicada en la población de San Bernardino Tlaxcalancingo, en San Andrés Cholula, donde presuntamente se elaboraba un plan para desestabilizar el desfile del 5 de mayo de la ciudad de Puebla. En la revisión fueron detenidos tres hombres, quienes se encuentran sujetos a investigación.

El cateo ocurrió en un inmueble de la Primera Privada Francisco Villa la noche del jueves 2 de mayo y duró hasta las 3 horas del viernes 3 de mayo, luego de que elementos de la Policía Ministerial del Estado (PME) ingresaron apoyando a un agente del Ministerio Público, donde "hallaron" material para elaborar bombas molotov, además de objetos contundentes, como para un enfrentamiento callejero.

La casa cateada es propiedad de Eduardo Salazar Velázquez, quien supuestamente se anunciaba en una página de Facebook, denominada “Revolución 2013”, donde invitaba a crear un ambiente de desestabilización para la llegada del presidente de la República Enrique Peña Nieto, a la cual se habían anexado 420 participantes.

Además, se detuvo a Iván Isasola Vázquez, originario de Eloxochitlán (Oaxaca), quien estudió en la UTP, ahí cursó la licenciatura en Sistemas de Computación y se le señalaba como el líder del movimiento.

Al respecto, la PGJ dio entrada a la Averiguación Previa 210/2013/DNZS/III.

Esa fue la versión oficial.

Tuvieron que pasar 3 años 6 meses para que la Primera Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia dictaminara que no existieron elementos para que fueran inculpados, e incluso advierte que los policías ministeriales cayeron en diversas contradicciones.

Vean de lo que es capaz el equipo del fiscal: en la Averiguación Previa AP-210/2013/DMZS existe un acta de fecha 3 de mayo de 2013, realizada por el agente del Ministerio Público relativa a la diligencia de un cateo en un “café internet”, ubicado en calle Francisco Villa, número 1316, colonia San Bernardino Tlaxcalancingo, San Andrés Cholula, Puebla, iniciada a las 12 horas.

En el acta se consigna que nadie se encontraba en el domicilio, que tuvieron que llamar a un cerrajero para que abriera la puerta y que a las 13:50 horas continuaba el cateo, mientras manipulaban el equipo de cómputo que se encontraba en el local.

Pese a estas actuaciones, en la investigación AP-215/2013/DMZS existe un acta con las declaraciones de los agentes ministeriales Raymundo Clemente Romero y David Chirino Vázquez, quienes manifestaron que el 3 de mayo de 2013, al llegar aproximadamente a las 13:40 horas, al negocio “Café Internet”, calle Francisco Villa número 1316, de San Bernardino Tlaxcalancingo de San Andrés Cholula, detuvieron a Eduardo Salazar Velázquez y a Néstor López Espinoza.

Y así como estas falsedades y contradicciones, existen muchas más plasmadas en autos, mismas que sirvieron para encarcelar a tres jóvenes que tuvieron la mala fortuna de caer en manos del fabricante de delitos más grande de México.

Afortunadamente, las alucinaciones del fiscal han trascendido y traspasado las fronteras de Puebla, por lo cual diversas organizaciones sociales exigirán la remoción de Carrancá, pese a ser una imposición del Señor de Los Cerros.