La falta de humildad de los nuevos panistas de Puebla, conformados por recalcitrantes morenovallistas, convirtió lo que debió haber sido un día de campo en un sucio campo de batalla.

Si alguien tenía dudas sobre la presencia de Moreno Valle en todas y cada una de las decisiones de la dirigencia blanquiazul, lo de ayer confirmó que en ese partido nadie mueve un dedo sin la bendición de Casa Puebla.

Dice el refranero que si camina como pato, grazna como pato, come como pato, tiene pico y aletas y parece pato, pues es un pato.

Y en el caso de la Asamblea Estatal panista, impusieron como Rafa, bloquearon como Rafa, intimidaron como Rafa, compraron votos como Rafa, acarrearon como Rafa y ganaron como Rafa, pues el PAN es de Rafa.

Ni más ni menos.

Y es que en su acostumbrado egocentrismo, el Señor de Los Cerros no quiere simplemente ganar, sino humillar a sus enemigos y si puede matarlos, mejor.

Así las cosas, la dirigencia estatal del PAN no supo ser humilde en la victoria, por lo que prefirió olvidarse de sus estatutos y de los más elementales principios democráticos para caer en las prácticas que han marcado al sexenio morenovallista.

Si durante seis años Rafael se dedicó a desmantelar al PAN, ingresando nuevos militantes a través de registros corporativos integrados por su nueva burocracia, relegando a un plano muy menor a los panistas de "abolengo", es inconcebible que se hayan empeñado en impedir el registro de algunos aspirantes a consejeros de la vieja guardia, cuando los números les garantizaban aplastarlos en la Asamblea Estatal.

La soberbia los llevó a convertir este cónclave azul en un cochinero más parecido al PRI que hizo gobernador al abuelo de Moreno Valle, que a una asamblea apegada a la democracia de la que se sentían orgullosos los verdaderos fundadores de ese partido.

Y por si fuera poco, conscientes de que la lealtad ganada a billetazos se va cuando estos escasean, los operadores del gobernador no quisieron correr el riesgo y llegaron con los sobres llenos para comprar hasta la última conciencia.

Por increíble que parezca, hasta el día que Rafael tuvo la oportunidad de reabrir las puertas de su partido para mostrarse como un demócrata, prefirió seguir exhibiendo el rostro represor que todos en Puebla conocemos.

Lo traicionó su esencia y se mostró tal y como se lo dicta su naturaleza.