A lo largo de mi vida recuerdo muy pocos años terminando tan crispados contra las autoridades gubernamentales como este 2016. Mucho menos recuerdo que, a la cuesta de enero, se le agregaran cargas económicas que crearan tanta desesperanza como la carestía por el alza en el precio de la gasolina. Hoy, en México, hay enojo social, desánimo e incertidumbre sobre las expectativas del nuevo año 2017.

Tener energía, caminos y agua es para una comunidad lo que para una persona es contar con alimentos, vivienda y agua. Pero la energía está cara, los combustibles ahora son más caros, el agua está privatizada en varias ciudades además de que está cara y es escasa y, en el caso de los alimentos, existe la amenaza permanente del incremento de precios.

En estos y otros muchos casos, siempre es más fácil buscar un culpable que prevenir las situaciones.

Desde hace mucho tiempo se viene hablando de lo riesgoso que era para la economía depender de los ingresos del petróleo. Por un lado, pese a que recientemente se encontraron y empezaron a explotar algunas reservas, su disponibilidad tiene fecha límite de no más de 50 años, según los optimistas y, por otro lado, porque el precio no depende de México. Y en este tema, si no es una la situación, es la otra.

En nuestro país, aún con petróleo suficiente los costos de éste están fuera de nuestro alcance como ha sucedido en los últimos años. Aunado a ello, cabe señalar que tampoco contamos con los recursos necesarios para extraerlo, refinarlo y aprovechar sus beneficios en favor de los mexicanos.

No sabría a ciencia cierta qué es lo que está pasando. Mucho he escuchado que si tantos años se subsidió la gasolina y los más favorecidos fueron los segmentos más ricos con los mejores autos, que si hoy estamos liberando los precios para que haya más competencia, que si eso va a favorecer a nuestros hijos y nietos. ¡Aún no lo sé!

No sé tampoco si el mejor mecanismo de protesta es tomar las gasolinerías y cerrar vialidades. Lo que sí sé es que esas movilizaciones tampoco resuelven el problema.

“Algo estamos haciendo mal”

Sin duda alguna, algo estamos haciendo mal y con ello se ha dado el mejor pretexto para movilizaciones sociales que generarán una gran cartera de candidatos opositores al gobierno priista y fortalecerán a opciones políticas que, aún sabiendo que esto es una problemática compleja, se aventuran a ofrecer el oro y el moro para obtener respaldo político.

 La economía de la gente está muy lastimada. El empleo para nuestros jóvenes es escaso; la inseguridad pública ha crecido aún cuando las posibilidades para denunciar se han reducido; los apoyos a programas de fomento que generan riqueza son muy reducidos y, en el caso de los programas de apoyo asistencial, absorben una alta proporción del presupuesto nacional.

Tomando en consideración que el común de la gente evalúa a sus gobiernos no por las mejoras directas que hacen a los ciudadanos, al desarrollo humano, sino por las obras que construyen sean útiles o no, sean solicitadas o no, así sea generando ominosos endeudamientos por décadas, visibles u ocultos, reservados o no, algunos gobiernos optan por atender la fachada y dejar lo sustantivo para el que viene, que por cierto nunca llega y así será hasta la eternidad.

Es por todo esto que creo que se requiere una reorientación de la inversión pública que beneficie la gente, mucho más allá del pan y circo tan socorrido en estos tiempos, más cuando se acercan procesos electorales, y eso sólo se puede hacer escuchando a la población y haciendo una planeación conjunta con la gente.

Se requiere de gobiernos cercanos, más humanos, con menos títulos pero con más sentido común y un mayor compromiso con sus representados, en donde la gente sea principio y fin de la política pública.

“Impulsar los biocombustibles”

En materia energética, se requiere gran voluntad política para poder impulsar las energías alternativas y los biocombustibles. Con el viejo cuento de que no eran viables los proyectos, muchos intentos están archivados en oficinas gubernamentales y no pasaron de ser sólo buenas intenciones.

Etanol combustible de caña de azúcar, de yuca, de sorgo dulce y de maguey pulquero, e incluso de mezcalero, están allí esperando esa voluntad para emprender un verdadero desarrollo energético en favor de la población, de la rentabilidad del campo y del mejoramiento ambiental.

Sí tenemos problemas, sí las expectativas son pocas en este año, pero las oportunidades y la capacidad creativa de cada mexicano es muy superior a la problemática. Veamos en esta crisis de la gasolina una gran área de oportunidades para beneficio de la economía y del desarrollo de las futuras generaciones.

Director del Centro de Innovación Agroalimentaria Tropical

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