No hubo lugar para la autocrítica objetiva y sensata, como tampoco para el decoro de quienes en papel representan un contrapeso político a la omnipresencia del gobernador Rafael Moreno Valle, quien por seis años encabezó la alternancia en el gobierno, pero fue incapaz de modificar el ritual sexenal del culto al hombre que despacha desde Casa Puebla.

De principio a fin, el rito palaciego del informe gubernamental fue de la lisonja abierta de los partidos de oposición, a los autoelogios sin medida de un gobierno que careció de cifras que resistan el análisis objetivo.

Por ejemplo, dijo que durante su mandato se habían creado 125 mil empleos directos, lo que representa casi 58 fuentes de ocupación al día, incluyendo sábados, domingos o días de asueto durante los 2 mil 190 días que duró el periodo sexenal; incluso que la deuda pública se redujo de 9 mil 105 millones de pesos en 2010 a 8 mil 363, dato que refleja con rotundidad la frivolidad de los números si se toma en cuenta la existencia de los contratos con un selecto grupo de empresarios bajo el esquema de Proyectos de Prestación de Servicios por cientos de miles de millones de pesos.

La danza de las cifras alegres expuestas en el Congreso de Puebla y luego en la planta de autos Audi, en San José Chiapa, no fue sino el acto inaugural de un mensaje político con una clara dedicatoria: Andrés Manuel López Obrador, el líder de la izquierda que bajo cualquier estudio demoscópico le saca por lo menos el doble del porcentaje en conocimiento e intención de voto rumbo a 2018.

“Los populistas de izquierda y de derecha mienten por estrategia política. Alimentan resentimientos y dirigiendo odio hacia aquellos que han sido seleccionados como enemigos a modo. El populismo habla a nombre del pueblo, miente sin pudor alguno, ataca a quien no comparte el pensamiento único y sobresimplifica, tanto problemas como soluciones”.

Y mientras en la capital a Puebla, a unos 65 kilómetros de distancia, organizaciones sociales, agrupaciones políticas y hasta exmilitantes del PAN realizaban multitudinarias marchas, plantones y actos de protesta por la persecución, encarcelamientos y falta de apertura y tolerancia, en San José Chiapa hablaba de respeto a la pluralidad y los derechos humanos.    

“La sociedad exige un cambio, un cambio que se caracterice por el respeto a la pluralidad y los derechos humanos; un cambio que busque la igualdad de las oportunidades, dejando atrás políticas sociales paternalistas y partiendo de la premisa de que la única forma efectiva de combatir la pobreza es generando riqueza”.

La única forma de detener a la demagogia populista es entender y resolver las causas de la irritación social, decía un Moreno Valle, exestudiante de escuelas estadounidenses y ejecutivo bancario en Nueva York.

En tiempos de enojo colectivo, polarización y lucha por el poder, la receta es más de lo mismo, según se puede advertir luego de escuchar la línea discursiva.

“Un cambio de política económica, un cambio de gobierno que facilite la inversión, promotor de la productividad, la sustentabilidad y que no recurra al endeudamiento para financiar gasto corriente”, dijo desde el púlpito que le fue preparado en el que fue orador único este producto de la alianza partidista de la que en privado, sus dirigentes reniegan.

Eso tendría que explicar las ausencias de aliados políticos del pasado. Elba Esther Gordillo, exdirigente del SNTE o Marcelo Ebrard, exjefe de Gobierno de la Ciudad de México, en la desgracia política o los impresentables dueños de ese sindicato partidista Los Chuchos, autores todos del hombre a quien en San José Chiapa corearon este domingo: “Rafa, presidente”.