Una pintura del “rojo con abono en la Maestranza” ha sido seleccionada para el cartel de la feria de Olivenza de este año. Cantautor, escribidor de sonetos y artista plástico -pongamos que hablo de Joaquín Sabina- es un aficionado al mundo del toreo y a partir de este año, se convierte en uno de esos pintores que tienen tanto talento como para que un cuadro suyo sirva de fondo para poner los nombres de los toreros, las ganaderías y las fechas en que se celebrarán las corridas de toros. Porque es tradición añeja que para el diseño de los carteles se elijan pinturas sobre el tema. A partir de los primeros años del siglo veinte, obras tradicionales y también de vanguardia han servido para hacer las pancartas publicitarias de las funciones de toreo.

Lo del adjetivo calificativo del color fue una designación propia del cantante. Así se auto nombró entre los versos del discurso que leyó cuando lo eligieron Hijo Predilecto de Andalucía. Sí, porque su tinte socialista no le ha impedido sentarse en los lugares más caros del tendido, es decir, las barreras de la plaza de Sevilla y de otras muchas, incluidas las de Madrid y México, por supuesto. Es que una buena tarde de toros vale cualquier incongruencia.

El cuadro tiene su magia. En primer plano, un picador de casaca verde olivo y oro, la vara vertical en la derecha y la mano izquierda apoyada en la cintura, se adueña de la imagen. Al fondo, se mira el tendido lleno y multicolor. El burladero que rompe la monotonía de las tablas tiene pintado el número siete. Con ello, Sabina pone de manifiesto dos cosas: que simpatiza con la grada de los insurrectos y que chanela de toros. Ya se sabe, en cosa de públicos el siete es el número mítico de los contestatarios, gracias a la exigencia y los reclamos de la gente que ocupa ese tendido en la plaza de Las Ventas y por ello, se ha hecho todo un lema: “…ser del siete es una forma de ver toros, no importa donde se siente uno…”, frase que firma, precisamente, uno del siete y que el que esto escribe hace suya como dogma de fe.

En la lámina, a la altura de las rodillas del picador hay una cartela que enlista los nombres de personajes que gustaron y, uno que otro, que aún disfruta de la fiesta de toros: Goya, Picasso, Gutiérrez Solana, Rafael Alberti, García Lorca, Botero, Vargas Llosa, Hemingway, Orson Welles, Ava Gardner, Barceló, Chávez Nogales y Albert Boabdella. Es decir, esos seres famosos que nos permiten enorgullecernos por compartir con ellos esta afición de gloria. Y no era cosa de ponerlos a todos, claro, razones de espacio y también de estética lo habrán impedido, pero ha habido otros: Rilke y Charlton Heston y Próspero Merimeé y Montherlant y Teofilo Gautier y Rita Hayworth y Jaqueline Sassard y el Che Guevara y Georges Bizet y Sharon Stone y muchos más, así de humana, trascendente, conmovedora y plástica es una verdadera corrida de toros.

La vio en un paso cebra toreando con el bolso a un autobús. Joaquín Sabina en diferentes canciones de su obra se refiere al mundo de la tauromaquia. Por decir algo, al hacer un inventario de las más de cien palabras y de los más de cien motivos que tenemos para no darnos una tajada en las venas, entre otras muchas cosas, nos recuerda que tenemos “verónica y cuarto del Curro Romero”. La canción De purísima y oro, hace alusiones a la vida y época de Manolete y aunque no la nombra, de Lupe Sino.

Qué bueno que un cuadro del sonetista de lo urbano será emblemático en las corridas de Olivenza, una feria, por cierto, de hondo sentimiento y que siempre ha convocado a artistas e intelectuales. Alguna vez, nuestro poeta declaró: “…por las noches nunca sueño que canto, sueño que toreo”. Los que amamos –a Sabina y al toreo- sabemos el deleite que es soñar con eso.