En menos de tres semanas César Ramos Roque habría cumplido 24 años de edad, pero no será así. Su cuerpo sin vida fue encontrado abandonado en las primeras horas de la mañana el 13 de julio de 2016 en la esquina que hacen las calles de Allende y Morelos de la populosa Vicente Ferrer Guardia, en donde ahora se levanta un pequeño crucifijo con flores renovadas que honran al difunto ignoto.

El nombre de este muchacho, nacido el 24 de febrero de 1993, ocupó apenas una nota efímera en los diarios de hace un año, sólo por su condición de víctima de alguna riña, asalto o venganza pandilleril. Nadie dio seguimiento al muerto joven, arrojado a la vía pública como despojo humano.

Y sin embargo la muerte del joven de la Ferrer Guardia es una de las 651 que registró el mapa delincuencial que el columnista tiene a la mano y que sucedieron en 2016. Esa cifra de muertes dolosas significa un crecimiento de 30 por ciento respecto a las 499 en 2015. Es decir, cada día de 2016 hubo en promedio 1.7 asesinatos al día, que no tienen que ver con la delincuencia organizada, como se narró en la entrega anterior.

Aunque el reporte a la mano estima que hay indicadores delictivos que van a la baja como la extorsión, daño en propiedad ajena, despojo y fraude, otros han tenido un crecimiento exponencial como los delitos sexuales como la violación con 657 casos registrados en 2016; robo con violencia, con 8 mil 513 casos; robo en carreteras con violencia, con más de 600.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en Puebla ocurrieron 33 secuestros en 2015 y para 2016 35 y se preveía un incremento del 5 por ciento, sin tomar en cuenta que la estadística negra ofrece un panorama más sombrío, como muestran las evidencias.

A mediados de 2016 un jovencito estudiante de preparatoria, estudiante de un colegio privado de la zona de Cholula e integrante del equipo juvenil de football americano de Escuelas Aztecas de la Universidad de las Américas Puebla fue raptado por tres sujetos, al momento de llegar a su escuela, en la mañana y en medio del trajín de la entrada a ese centro escolar.

Nadie fue capaz de frenar ese secuestro que sucedió con violencia, la víctima  llevada  a bordo de un auto deportivo y seguido por las cámaras de seguridad de la ciudad. La familia decidió negociar y sólo entonces pudo recuperar al muchacho plagiado, encontrado en el Estado de México. Nadie sabe más.

Analistas en materia de seguridad coinciden en que los datos duros que reflejan el estudio que poseen las nuevas autoridades podrían ser aún más críticos en caso de que el nuevo secretario de Seguridad, Jesús Morales Rodríguez sea poco capaz de resolver la crisis institucional que enfrenta la dependencia, infestada de corrupción desde el arribo de Facundo Rosas y Jesús Rodríguez Almeida, como fue documentado con rotundidad en este columna y otros espacios noticiosos.

El problema es la reacción de los mandos que se empeñan en encubrir complicidades inconfesables. A la revelación de la demanda de incremento de cuotas que ordenaron los mandos policiacos a tres semanas del proceso de transición, como se publicó en esta columna, la exigencia fue a sus áreas de inteligencia detectar la fuga de información en lugar de combatir la corrupción rampante.

Ahí hiede la componenda y el acuerdo. Los números son fríos y reflejan un mal día endémico que el nuevo titular de Seguridad deberá combatir.