El niño tenía solo 11 años y cada vez que le quedaba tiempo libre se iba a pescar en el muelle de la cabaña que su familia tenía en uno de los lagos de New Hampshire.

El día anterior al inicio de la temporada de pesca del Black Bass (un pez de la familia salmoides y también conocida como lobina), él y su padre se encontraban pescando al caer la tarde cuando de pronto, la caña se arqueó, supo entonces que al otro extremo había enganchado algo enorme. Con admiración, su padre lo observaba comportarse como un veterano de las pesca.

El niño sacó al pez, ¡era el más grande que hubiera visto! Y era un Bass. Su padre miró el reloj y eran apenas las 22 horas, faltaban dos horas para que comenzara la temporada. Miró al pez y luego al niño. “Vas a tener que dejarlo ir hijo”, sentenció. “Pero, papá…”, se quejó el muchacho. “Ya vendrán otros….”, le consoló. “No tan grandes como este…”, volvió a quejarse el niño. El muchacho pasó la mirada por el lago. No había pescador ni bote alguno. De nuevo, miró a su padre.

Aunque nadie los había visto, ni nadie podría adivinar en qué momento hizo su captura, por la firmeza de la voz paterna el niño supo que la decisión no era negociable. Con desgano, sacó el anzuelo del enorme pez y lo bajó a las negras aguas.

Hoy el niño es un exitoso arquitecto de Nueva York. Nunca más volvió a pescar un pez tan magnífico como el que capturó aquella noche, 35 años atrás. Pero lo vuelve a ver una y otra vez siempre que se le presenta una cuestión de ética, pues como le enseñó su padre, la ética es algo tan simple como decidir qué está bien y qué está mal. Lo único difícil es ponerla en práctica.

La integridad es el común denominador que sustenta todos los demás principios de la grandeza humana.

Lo escrito anteriormente fue tomado de La mejor pesca de mi vida, de James P. Lenfesty, y publicado en el libro Grandeza para cada día, elaborado por Stephen R. Covey, y viene al punto porque en estos días he visto cómo de cara a las elecciones presidenciales de 2018 muchos se están enlistando quien consideran que puede ganarlas y en ese impulso, lograr conquistar las estatales de Puebla.

Eso no tendría nada, nada de malo, si no conociéramos que el pensamiento y actuar de esos actores identificados ha estado por muchos años con una militancia y ahora, de un día para otro, los vemos defendiendo con pasión, otras camisetas. Y, si algo ha dañado a la sociedad, como dijo Gandhi, es la política sin principios.

El mayor mensaje parece ser, y por cierto no es nuevo, no importan ni el trabajo, ni trayectorias, ni principios, solo hay que estar con el bueno. No importa si sabes para qué quieres el poder, lo importante es tenerlo al costo que sea, por los medios y fines que sean.

No soy quién para juzgar las decisiones de nadie, no soy tampoco el iluminado que da luz a los demás, no soy el guía de las grandes masas. Lo que sí soy es un militante priista desde hace mucho, plenamente identificado con los principios del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en relación con las causas sociales que, por cierto, reconozco que varias veces se han olvidado y con ello lastimado a la población en sus necesidades más sentidas.

Son errores y desaciertos propios de las circunstancias mundiales, de atrevimientos que no se habían tenido, como es el caso de las reformas que nuestro país ya demandaba. Y creo que la corrupción es reprobable en todos los sentidos de la vida.

No creo en la pureza de los partidos. En todos hay muy buenos, buenos, regulares y peores integrantes. Ninguno de los partidos ha estado exento de la corrupción. Y en casi todas las opciones políticas, las necesidades sociales están en segundo término. Si en verdad nos interesan los problemas sociales, hay que trabajar desde adentro y promover la unidad de todos los mexicanos, y poblanos, sin distingo de partidos. La base de todo liderazgo es el trabajo.

Mis oportunidades profesionales y políticas me las ha dado el PRI, partido en el que me he desarrollado, gane o pierda, y allí estaré como he estado siempre.

Aunque las circunstancias están en contra y el camino se ve cuesta arriba, sé que en 2018 va a ganar el PRI.

También sé que hay que dignificar la política y poner a la gente en el centro de su actuar.

Nunca hay que olvidar que la política es unión y progreso para los pueblos.

Director del Centro de Innovación Agroalimentaria Tropical

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