Los medios en general han documentado la estrecha relación que existió entre una buena cantidad de integrantes de la cúpula del Partido Revolucionario Institucional con el grupo de Rafael Moreno Valle, el neopanista que supo cómo “persuadir”, o someter la crítica desde el partido donde él mismo militó.

Por las buenas o por las malas, con el paso del tiempo se fueron callando las ásperas opiniones de la oposición hasta convertirse en susurro inaudible por temor, o por conveniencia.

Extraer del pasado este pasaje anecdótico es pertinente por una llamada y carta que la víspera recibí en calidad de director del sitio de noticias Parabólica.MX, del secretario de Comunicación Institucional del CEN del PRI, Jorge Pérez Zamudio, para discutir los términos de una columna publicada por el periodista Jesús Olmos, cuyo título fue “El irritante caso de Enrique Ochoa Reza”.

Una fuerte y consistente crítica al dirigente político del presente, pero también a su pasado como parte del gabinete ampliado de Enrique Peña Nieto. El funcionario partidista cuestionó enérgico, pero amable, la opinión del autor del texto, ejercicio saludable en medio de un ambiente plural y de respeto.

Convenimos en que haría llegar los puntos en los que desde su perspectiva, carecían de rigor por su rudeza, que fueron publicados tan pronto fueron recibidos http://parabolica.mx/2017/politica/item/132-aclaraciones-sobre-la-columna-el-irritante-caso-de-enrique-ochoa-reza.

Es preciso detenerse en el último punto del alegato del CEN priista cuando acusa falta a la verdad y dolo respecto de la existencia de alianzas o pactos entre el PRI y el PAN “en Puebla o en alguna otra entidad”.

Más allá de la retórica utilizada por el propio dirigente nacional y replicada por sus colaboradores, es preciso subrayar una condición insoslayable: de facto, los acuerdos existen.

Está por ejemplo el caso del dirigente municipal de ese partido, José Chedraui, cuya condición dual como presidente priista y empresario lo ha llevado a mantener una voz muda frente a los abusos y atropellos del grupo que mantuvo el poder hasta el 31 de enero y ahora es desarrollador de uno de los complejos comerciales más ambiciosos de los últimos años en la zona metropolitana, con la dispensa del panismo instalado en el poder.

Caso emblemático de gatopardismo, el del dirigente de la CTM, Leobardo Soto Martínez, sumiso y complaciente dirigente obrero beneficiado hasta el extremo con todos los contratos de transporte de materiales para edificar la planta Audi en San José Chiapa, obra emblemática de la gestión gubernamental en el sexenio pasado, en la región en la que él mismo decide en vidas y haciendas.

Este reportero fue testigo de un reclamo expresado directamente por Jorge Estefan Chidiac, presidente priista y por la entonces candidata al gobierno, Blanca Alcalá por la ausencia de propaganda de la tricolor en el municipio del que es originario, Rafael Lara Grajales. Y en efecto, acaso un pálido pendón colgado de una vivienda polvosa.

Más casos de priistas dóciles frente al grupo panista, el del excandidato a gobernador, Javier López Zavala; el diputado Lorenzo Rivera Nava; el diputado local Salomón Céspedes; o los escandalosos casos de los expresidentes priistas, Fernando Morales Martínez y José Alarcón Hernández.

El primero es hijo del exgobernador Melquiades Morales Flores, cuya parentela ha colocado en todo tipo de cargos públicos en el gobierno panista; el segundo, formador de cuadros en la alquimia electoral, defiende hoy los intereses del Partido Compromiso por Puebla ante el Organismo Público Local Electoral, un ente creado por el grupo del aspirante panista a la candidatura presidencial.

No es una interpretación subjetiva ni percepción.

El CEN del PRI debería tener ese diagnóstico que apenas asoma en esta entrega. La tarea es de ellos, tan dignos en la defensa de su dignidad ideológica, pero al mismo tiempo carentes de información puntual sobre los microcosmos que están más allá del monolítico complejo de Insurgentes Norte.