El exgobernador Rafael Moreno Valle debe ver cada vez más remota la posibilidad de ser el candidato a la presidencia de la República por el Partido Acción Nacional.

La falta de arraigo en la clase política doctrinaria de esa oferta electoral terminará por imponerse con el paso de los meses y la definición final rumbo a 2018 será negociada por dos corrientes dominantes, la de Margarita Zavala, la aspirante mejor vista, y Ricardo Anaya, el dirigente que también quiere ser candidato.

Moreno Valle, quien decidió pactar con todo tipo de partidos políticos, hasta con el PRI, dejó pasar la oportunidad de convertirse en el mandatario panista químicamente puro, con un ejercicio del poder transparente y con apego a los principios de la doctrina blanquiazul de la que debajo de la mesa, reniega.

En lugar de eso, persiguió, hostigó y maltrató a los albiazules ortodoxos, hasta casi asfixiarlos, extinguirlos o exiliarlos.

El colaboracionismo con agentes exógenos a las causas panistas llegó al descaro de no haber procedido contra el grupo de Mario Marín Torres.

Si acaso ordenó perseguir con el aparato de justicia a los extitulares de las secretarías de Obra Pública y Salud, Javier García Ramírez y Alfredo Arango, por razones de desquite y no por un acto de justicia.

Los exmarinistas decidieron boicotear cada uno, los procedimientos de entrega-recepción en aquel 2010, lo que hizo que el entonces gobernador electo montara en sus conocidos arranques de ira contra estos dos alfiles del priismo de Marín Torres.

Más allá de eso, Moreno Valle decidió cumplir el pacto mafioso entre Elba Esther Gordillo Morales, símbolo de la corrupción sindical y política en este país y su antecesor en Casa Puebla. Así, olvidó uno de sus viejos preceptos de campaña: “Yo no le tengo miedo a Mario Marín”, decía en cada actividad proselitista.

En medio de este escenario, cobra fuerza la versión de que a Moreno Valle le alcanzará para ser candidato uninominal al Senado. Nada de privilegios ni fueros especiales, deberá hacer campaña, buscar la confianza del elector y conseguir el voto en la elección presidencial.

No serán los mejores días en la agenda de este personaje que, sin el cargo de gobernador, enfrenta una agenda llena de retos. No es un actor que merezca la confianza de sus correligionarios, no tiene la rentabilidad frente a sus aliados del pasado reciente, como el grupo de Enrique Peña Nieto y su influencia en el territorio poblano mengua, merced del tiempo que desdibuja a su otrora grupo político.

Aunque desde luego, siempre estará el recurso de mudar a otro partido, como Nueva Alianza, para refugiarse con sus seguidores de siempre: Cabalán Macari o Roberto Moya.