En el año 2050, la población mundial alcanzará los 10 mil millones de habitantes y el cambio climático afectará todos los aspectos de la producción de alimentos.

Actualmente, para eliminar el hambre, hacen falta grandes transformaciones en los sistemas agrícolas, las economías rurales y en la gestión de recursos naturales, señala el reporte “El futuro de la alimentación y la agricultura; tendencias y desafíos”, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) en este año.

Los desafíos mundiales de acuerdo con la FAO son: mejorar la productividad agrícola de forma sostenible para atender una demanda creciente de la población; garantizar una base sostenible de recursos naturales; abordar el cambio climático y la intensificación de los recursos naturales; prevenir las plagas y las enfermedades transfronterizas; erradicar la pobreza extrema, la desigualdad, el hambre y todas las formas de malnutrición.

También forman parte de los desafíos, mejorar las oportunidades de ingreso en zonas rurales y atender de raíz las causas de la migración; potenciar la resiliencia ante crisis prolongadas, desastres y conflictos; transformar los sistemas alimentarios para que sean más eficientes e inclusivos y, lograr un sistema de gobierno nacional e internacional coherente y efectivo.

Los retos, anteriormente señalados, enfrentan problemáticas propias en cada país. En México, por ejemplo, los temas agroalimentarios y ambientales se caracteriza porque quienes se ocupan de ellos, cuentan con baja escolaridad y, en muchos casos, son adultos mayores, lo cual es una característica común de la población campesina.

De igual forma, existen parcelas pequeñas con poco riego y mayormente dependientes de las lluvias; baja calidad genética de cultivos, ganado, especies acuícolas y forestales; hay trabajo individual por lo que los niveles organización son bajos y, como una implicación de ello, todos hacen de todo; existen también altos niveles de erosión del suelo y pérdida de la capacidad productiva de las tierra, a tal grado que si no se abona, no hay cosecha.

Asimismo, hay deforestación y menor capacidad productiva de las tierras de pastoreo; insuficientes servicios de capacitación y asesoría técnica, pública y privada; falta infraestructura de acopio y procesamiento para conformar volúmenes mínimos con primeros procesos para acceder a mercados; y, todo esto, genera baja productividad y reducidos ingresos de los productores.

Sustentabilidad y productividad del campo en México

En este contexto y en ocasión de mi participación con el gobernador de Tlaxcala, Marco Antonio Mena Rodríguez, en el Foro “Campo productivo y sustentable” organizado por la Secretaría de Fomento Agropecuario —a quienes agradezco su invitación y reconozco su disposición para apoyar a los campesinos del estado en donde yo estudié parte de la primaria y la secundaria—, me permito compartir algunas ideas de política pública para mejorar la sustentabilidad y productividad del campo en México.

En primer lugar, se requiere fortalecer la planta productiva nacional en todo momento para evitar vaivenes e inconvenientes por cambios en políticas de otros países.

Para ello, se necesita apoyar con servicios técnicos, capacitación y asesoría, a nivel regional, para fortalecer el autoconsumo así como los principales productos existentes e integrar cadenas productivas.

También, se necesita de una mayor capacitación práctica con centros demostrativos, días demostrativos y giras de intercambio tecnológico-comercial; identificación, desarrollo de talentos y formación de líderes, a través de la promoción de estancias temporales de estudiantes que cursen el último semestre, a nivel técnico o licenciatura, en empresas e instituciones de municipios, estados o países líderes.

Otros puntos a resaltar son el apoyo real a los pequeños productores para mejorar la productividad a través de centrales de servicios que resuelvan las necesidades de la producción, autoconsumo y comercialización; el desarrollo de infraestructura certificada de acopio y transformación para acceder a mercado; el fomento de la agricultura familiar, por contrato, la orgánica y la de conservación; la mecanización agropecuaria mediante centrales comunitarias y regionales de servicios; el financiamiento productivo; los seguros de protección para las cosechas; así como los centros de mejoramiento genético para mayor productividad agrícola, ganadera, forestal y acuícola.

Finalmente, el apoyo a la conservación del suelo y el agua; la construcción y desazolve de represas; la tecnificación del riego y agricultura protegida; el goteo y acolchado; la reforestación aérea de espacios inaccesibles; el injerto de especies forestales; la rehabilitación de huertas; la tecnificación de la fruticultura y el rescate de especies y fomento acuícola.

Todo esto en su conjunto, con el único fin de mejorar la calidad de vida, tanto económica como social, para todos los mexicanos.

 

Director del Centro de Innovación Agroalimentaria Tropical.

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