Justo a estas alturas de 2018, los tres principales partidos tendrán definidos a sus candidatos a la gubernatura.

En un año, el horno político estará a su máxima temperatura, listo para recibir a los tres personajes, de los cuales dos saldrán totalmente incinerados y uno ileso, camino a la Casona de Los Fuertes.

Pero para llegar a esa lista de tres, los partidos tendrán que pasar un largo proceso donde un error en la designación los puede mandar a la tercera fuerza política.

Para nadie es un secreto que el ánimo electoral hoy hace pensar que el PRI tiene ese lugar amarrado, pero no se puede desdeñar ni su estructura como partido, ni la que tiene el gobierno federal, lo cual combinado con un candidato relativamente rentable, los puede regresar a la pelea.

En el PAN las circunstancias son proporcionalmente distintas. La marca blanquiazul está bien posicionada, su estructura aceitada, pero su caballada es más flaca que aquel famélico Rocinante. Sin embargo, el ejército electoral morenovallista, en conjunto con el proceso de cicatrización de Tony Gali, los hace que sean los rivales a vencer.

Y en Morena todo es un albur. Tienen dos cartas marcadas y otras posibles bajo la manga, aunque en realidad todo depende de AMLO. La apuesta de los militantes de Morena, incluidos los de nuevo ingreso —también señalados como arribistas—, está totalmente cimentada en que el dueño de la marca no caiga en los históricos errores que en dos ocasiones lo han dejado vestido y alborotado.

Así las cosas, en este momento está claro que de entre los siguientes nombres saldrán los tres finalistas que aparecerán en las boletas y de ese trío saldrá el próximo gobernador.

Por el PRI es evidente que lleva mano Juan Carlos Lastiri, aunque en el conteo de los actuales activos de su partido no sería extraño que buscara alguna opción segura a través de la figura plurinominal. Es tan oscura la escenografía para los tricolores, que hasta el más modesto de los suspirantes de siempre, hoy duda en levantar la mano. No obstante, a Lastiri Quirós hay que sumar a Enrique Doger, Jorge Estefan, Alberto Jiménez Merino y Blanca Alcalá.

Respecto a Zavala y Armenta, ambos deberán definir su postura en breve, porque ese doble juego los puede dejar como al perro de las dos tortas.

En el caso del PAN, también hay un nombre que se impone y que solo que su esposo decida no correr el riesgo, sería la abanderada de la alianza multicolor encabezada por el PAN. Martha Erika Alonso parece no tener rival y en el remoto caso de que la baje su marido, parecen Luis Banck y Jorge Aguilar los únicos reemplazos visibles, aunque este último, junto con Mario Riestra, estén más centrados en la alcaldía de la capital.

El caso de Eduardo Rivera como posible contendiente, depende más de su lucha legal que de su innegable posicionamiento electoral.

En el caso de Morena, hasta ahora solo hay dos, en el entendido de que ahí las decisiones las toma única y exclusivamente López Obrador.

Si en este momento me preguntan, yo veo a Lastiri, Martha Erika y José Juan en la boleta de gobernador; y a Doger, Aguilar o Riestra y Abdala en la boleta para alcalde.

Y en las fórmulas por el Senado estarán el resto de los aquí nombrados, con la inclusión de las mujeres que requerirán los partidos para cumplir con la famosa equidad de género.

Pero de aquí a febrero de 2018 todo puede pasar, incluidos los chapulinazos, los chaquetazos, las inhabilitaciones, las renuncias partidistas y muchos golpes bajos.

Por lo pronto, esta guerra ya arrancó y correrán ríos de sangre.

Sálvese quien pueda.