El viernes 10 mientras en la capital de Puebla, el secretario General de Gobierno, Diódoro Carrasco Altamirano, ofrecía pormenores de la detención de más de 70 personas, presuntamente implicadas en el robo de combustibles de los ductos de Pemex, de portación de armas de fuego, asociación delictuosa y de la ejecución de tres policías ministeriales de la unidad antisecuestros, en el mercado de Huixcolotla parecía no suceder absolutamente nada.

Unas cien camionetas con batea o caja seca ofrecían al mejor postor unos 50 mil litros de diésel o gasolina en un basto mercado negro que usualmente recurre al huachicol como medio para mover maquinaria pesada, de campo o para el traslado de bienes de consumo en uno de los mercados más grandes de América Latina.

Tan complejo es el mercado negro de la gasolina extraída de los ductos de Petróleos Mexicanos que es difícil imaginar a las autoridades de la región ajenas a una industria delictiva que se enraizó en el Triángulo Rojo.

Asegurar que el golpe que la autoridad propinó a las pandillas dedicadas a esa actividad ilegal terminó por desarticular la estructura delictiva es un simplismo que ofende.

Los líderes de las bandas tienen repartida la extracción por zona, claramente delimitada por negociaciones previas o disputadas sangrientas.  

No hace mucho que un expresidente municipal en Ciudad Serdán, integrante de una notable familia de comerciantes en la zona, fue perseguido por un comando armado.

Una vez que fue alcanzado, fue obligado a bajar de su camioneta y a identificarse. Rodeado de armas largas extrajo documentos de su vehículo y credenciales para dar testimonio de la oriundez.

El personaje que parecía ir al mando de ese grupo armado le entregó los papeles, no sin antes advertirle que su trabajo era evitar actividades ilícitas en la zona.

Lo que en realidad estaba sucediendo es que quienes mantenían la vigilancia en la zona aquella era una célula del grupo delictivo que controla la plaza, a la caza de grupos rivales.

El seis y siete de febrero el reportero publicó en las entregas respectivas bajo el título El mapa delincuencial en Puebla I y II, sobre la existencia de un documento que analiza el escenario de inseguridad que se vive en Puebla, herencia de la administración de Rafael Moreno Valle, que establece claramente el incremento de los homicidios dolosos y las zonas en las que se dispararon los indicadores.

“En los primeros dos cuatrimestres de 2016 se registraron más de 308 homicidios relacionados con el crimen organizado, lo que significa un incremento de 140 por ciento más que en todo 2015”.

En los municipios en los que se registró mayor actividad delictiva son tres de los ubicados en el Triángulo Rojo: Palmar de Bravo, Tecamachalco y Acatzingo.

El documento que en esas fechas fue citado, elaborado por un despacho México-Español de enorme prestigio, establece con claridad un escenario adverso. “El diagnóstico confirma la presencia en el territorio de al menos tres cárteles delictivos: el de Sinaloa, del Golfo y Los Zetas”.

El huachicol el viernes, en paralelo al anuncio de los funcionarios estatales, gozaba de cabal salud.