Luis Enrique Miranda Nava se hace llamar “el hombre fuerte” del presidente Enrique Peña Nieto desde que éste era gobernador en el Estado de México, pero el cargo en el gabinete como titular de la Secretaría de Desarrollo Social es notoriamente más grande que las pretensiones con las que se mueve, en medio de una burbuja que integra un grupo de ujieres, solícitos y disponibles.

Uno de los hombres que mayores escándalos ha provocado a la Presidencia de la República por sus actividades desde los sótanos del grupo al que pertenece decidió moverse en medio de un círculo absolutamente inalterable en el que nada esté fuera de su lugar, con gente que no represente mayor peligro ni estabilidad para el discurso monotemático del funcionario federal.

Fue él quien en noviembre pasado protagonizó uno de los episodios más bochornosos en la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, cuando a la diputada por Movimiento Regeneración Nacional, Araceli Damián respondió: “Me falta estudiar. Desgraciadamente, no estudié psiquiatría para entenderla a usted”.

La ofensa de un representante de Peña Nieto a una integrante de otro poder como el Legislativo terminó por tensar la de por sí difícil relación del hombre que encarna todos los males de este país y un sector influyente en la agenda de género e ideológico.

Y fue el mismo servidor público para quien lo mejor es “pártanles la madre” a quienes intenten roban la tranquilidad de la ciudadanía, según refirió el mismo en un evento multitudinario en Querétaro, cuando apenas se estrenaba como miembro del gabinete, después de ser subsecretario en Gobernación.

Ya con un conjunto de lecciones aprendidas desde su posición como responsable de la política social del Estado mexicano, a sabiendas de que, como el mito palaciego que le construyeron como el gran operador del sexenio, decidió asistir a sitios cerrados, controlados en absoluto por su avanzada.

¿Cuánto cuesta al pueblo mexicano mantener a personajes tan cuestionables como Miranda Nava?

Sin incluir al personal del Estado Mayor Presidencial, siete asistentes que desde días previos supervisan listas de probables invitados, filiaciones y sus vínculos con organizaciones sociales; condiciones de los inmuebles en los que se presentará, salidas y accesos.

Y así fue en Puebla, la víspera, que firmó con el gobierno del estado un acuerdo "Por una educación preescolar universal" no más de 150 personas escucharon a este funcionario de papel que decidió lisonjear a otro personaje, cuya calidad moral como dirigente partidista es tan relajada como su condición dual como dirigente político y empresario: José Chedraui Budib.

Miranda Nava y Chedraui Budib podrán ser grandes amigos, como el funcionario federal lo subrayó ayer desde el templete dispuesto para la ceremonia oficial, lo que ninguno de los dos alcanza a comprender es que el uso faccioso del poder, las componendas que ambos protagonizan y de las cuales fue testigo el titular de Sedesol, Gerardo Islas Maldonado, es lo que más rechazo y enojo despierta entre la gente cansada de los señores feudales que por fortuna, van de salida.