Voy a ganarme una bronca con los del gremio, pero vale la pena. Indigna lo que la mayoría de los críticos taurinos de cierto renombre han hecho con la comparecencia de Piedras Negras en la Plaza México. Unos, pretendieron librarla sin comprometerse y callaron, en cambio, los otros, la emprendieron con un revisionismo que nunca han ejercido para juzgar al resto de los encierros. La tarde de los “piedrenegrinos” tuvo una enorme riqueza, empezando porque la afición, ávida de toros bravos, aplaudió en cuanto el monosabio del anuncio giró mostrando el nombre del mítico hierro.

Fueron seis cárdenos preciosos y de gran categoría. Toros que poseyeron en común, además de su bravura, la movilidad que tanta falta hace para emocionar y por tanto, devolver a los diletantes que se han ido de la grada aburridos hasta la médula de faenas intrascendentes. La media docena tuvo las hechuras clásicas de su encaste, por cierto muy finas. Todos entipados, y ya se sabe, el toro en tipo es una garantía para el torero y para el público.

Quienes, como el que firma este artículo, fuimos adentrados en el culto a la casta, a la bravura y a la belleza del verdadero toro, no podemos dejar de sentirnos ofendidos ante el silencio, los comentarios malintencionados, las aseveraciones ligeras y mucho más, ante la calumnia editada. Se los aseguro, cinco de los toros de Piedras Negras salieron bravos y requirieron de un esfuerzo extra por parte de su matador. Dos de ellos fueron de nota muy alta y propiciaron la estética con hondura. Por decir algo, no sé si los naturales de Antonio Romero han sido los más bellos de toda la temporada grande, lo que sí puedo afirmar es que son los más valiosos, porque estuvieron fincados en la verdad del toreo.

Tampoco es que se haya tenido que pagar una cuota de sangre. A nadie con tantito humanismo le gusta que hieran a un torero. Lo que pasa, es que ya se nos había olvidado que los toros de verdad pegan cornadas.

Por otra parte, es cierto, ninguno de los matadores estuvo a la altura del encierro. Es más, una vez muerto el quinto toro, se escuchó un grito a coro de una porra: “¡Ganadero.. cinco a cero!”, para señalar que el poder de los toros tlaxcaltecas tuvo supremacía sobre sus lidiadores. Evidentemente, pero, es de justicia decir que si en esta temporada ha habido un festejo en el que los coletas han acometido una hazaña, fue este. Si los maestros del toreo tuvieran un poco de vergüenza, se anotarían a un cartel con toros interesantes como estos.

¿Por qué la crítica se ensañó hasta llegar a la calumnia?. Cuando leo, escucho o veo las opiniones de algunos colegas, mi instinto de lobo que campa en solitario hace que me goteé el colmillo, hay gaznates que piden a gritos una tarascada. Nos quieren aguar la fiesta, pero no podrán. Con el gran gusto que deja una corrida seria, los que amamos la verdad de la fiesta llevamos en la memoria a los seis “piedrenegrinos”, incluido el sexto, porque, un manso en el encierro certifica la pureza de la raza.

Soy de los que pidieron al criador Marco Antonio González que diera la vuelta al ruedo, no como un reconocimiento al linaje y a la tradición de una de las cuatro casas fundadoras, sino porque pienso que lo merecía por su brava torada, que desde los primeros galopes brindó un espectáculo casi olvidado y que durante cada lidia nos devolvió la verdadera emoción del arte de Cúchares.

Así que, me planto. Digan lo que digan, la corrida de la corbata en la badana ha sido la más brava e interesante del serial. Lo aseguro por convicción y porque es cierto. Se los dice alguien que en el noble ejercicio de defender la verdad, ha tenido que soportar hasta que pobres diablos lo llamen “chalado”. Es que cuando a algunos se les pone el dedo en la supurante llaga de su indecencia, espetan lo de “chalado” como un analgésico que creen, aminorará su sufrimiento.

¿Quién habrá organizado la campaña del descrédito?, ¿los diestros que aman la dulzura y suavidad de los macarrones?, ¿los ganaderos que crían la macarronada?, ¿la empresa que no quiere exigencias de bravura?, ¿los amos del mundo que sueñan con partirle la madre a la Plaza México de una vez por todas? Igual, todos juntos. Son los golpes bajos, no importa. Para quienes amamos la emoción del toreo, siempre nos quedara Piedras Negras y su sangre regada en los hatos hijos de su casta, como un tesoro.