Apenas el miércoles hablábamos de dónde vale más el senador poblano Luis Miguel Barbosa de cara a la elección de 2018, en la que anunció que apoyará abiertamente a Andrés Manuel López Obrador.

Sin duda, hasta hace unos días el tehuacanero tenía una clara encomienda enfocada en provocar un boquete al PRD a través de su innegable influencia en el Senado de la República.

El anuncio de respaldo a AMLO generó una reacción desmedida en la dirigencia nacional, donde es evidente que Alejandra Barrales obedece más a los caprichos de Miguel Ángel Mancera, que a los intereses de su partido.

De esta forma, la crisis en el sol azteca creció cuando —por un error de cálculo— desconocieron a Barbosa sin medir la ascendencia que tenía sobre varios de sus compañeros senadores.

Así las cosas, en un par de semanas el PRD perdió no solo a su coordinador de bancada, sino a 11 senadores que tarde o temprano estarán afiliados a Morena.

Una vez concluida su exitosa misión, la permanencia de Barbosa resultaba ociosa, pues el daño ya estaba hecho. De ahí la renuncia a su militancia partidista para esperar el momento de fichar con el lopezobradorismo.

Y ante el predecible futuro partidista de Barbosa, saltan las interrogantes y crecen los nervios en Morena.

Al igual que el enojo entre las huestes de AMLO con el arribo de José Juan Espinosa y —extraoficialmente— de Fernando Manzanilla, la llegada de Luis Miguel Barbosa ha puesto con los pelos de punta a varios grupos que se sienten dueños del proyecto en Puebla.

Pese a su militancia, los morenos parecen no entender cómo y quién mueve los hilos de ese partido.

El que vaya a ser el candidato a gobernador, lo va a decidir única y exclusivamente el mandamás.

Las dirigencias estatales no son franquicias, sino sucursales de un partido centralista, que opera bajo un esquema monolítico.

Para que lo entiendan mejor, se los explicaré con manzanas: Rodrigo Abdala, José Juan Espinosa y Luis Miguel Barbosa estarán en donde diga AMLO.

Por lo demás, pueden hacer berrinches, patalear, lloriquear, amenazar y chantajear, que al final los nombres en cada boleta los va a anotar el dueño del changarro.

Están tan cerca y a la vez tan lejos de Casa Puebla, que alguien debiera explicarles que la voracidad política es hoy su principal enemigo.

¡Serenos morenos!

¿Para qué tantos nervios, si las decisiones no pasan por sus manos?

En Morena la democracia se llama Andrés Manuel.

Ni más, ni menos.