El cambio climático, la alteración en los fenómenos meteorológicos como lluvias intensas, sequías, huracanes, tornados, trombas, granizadas, nevadas y frentes fríos, son una realidad que se comprueba con el incremento de casi 7 veces en los pagos anuales por afectaciones a nivel mundial, comparado con los años 60 del siglo pasado.

Casi 45 por ciento de la lluvia que cae en un mes, se recibió en unas horas este fin de semana en Mocoa, capital de Putumayo, Colombia, lo que provocó el desbordamiento de tres ríos, devastación y la muerte de más de 150 personas, reconocidas oficialmente por el presidente de la república colombiana.

Hay también infraestructura dañada, cientos de heridos y desaparecidos. Por supuesto que este tipo de afectaciones, por aquí cerquita, también ya ha pasado.

Un claro ejemplo es lo que se ha vivido en la Sierra Norte de Puebla, en Oaxaca, Guerrero y toda la costa del Pacífico mexicano o en Veracruz y Tabasco; y, no podemos dejar a un lado lo ocurrido también en Nueva Orleans y Florida, o las intensas nevadas que paralizan casi a la mitad de Estados Unidos cada año.

Se estima que, a nivel mundial, más de 400 millones de personas serán desplazadas por los efectos del cambio climático, principalmente los deshielos de los polos y la elevación del nivel del mar, sin considerar los efectos de sequías y alteraciones climáticas, que impactarán sobre la disponibilidad del agua y la productividad agroalimentaria.

La sequía en el centro-norte de México en años anteriores ha sido considerable. Sin embargo, este año los pozos de la Mixteca poblana están abatidos lo que ocasiona grandes problemas de abasto de agua a la población en esta región. Por ello, el abasto del vital líquido es uno de los mayores reclamos de la gente y principal preocupación de los presidentes municipales con quienes he tenido algún tipo de contacto.

Y, como ya había mencionado en otra ocasión, el cambio climático se parece bastante al cuento del lobo que conocimos en la infancia.

En el pueblo de este cuento, un joven travieso siempre molestaba a los pobladores pidiendo auxilio por la presencia de un lobo que lo atacaba. Varias veces movilizó a la población en su ayuda, sin ser verdad. Y, cuando lo fue, la gente ya no le creyó. La consecuencia: el joven fue atacado por el lobo.

El equilibrio ecológico actualmente está roto

Hoy, los fenómenos meteorológicos como en el caso de Mocoa, son más inesperados, inciertos, frecuentes y devastadores. Se ha perdido la vegetación por extracción excesiva e ilegal, por pastoreo incontrolado, se ha incrementado la erosión de los suelos y la pérdida de su capacidad productiva y se ha contaminado el ambiente con aguas residuales y basura sólida. Además de todo lo anterior, no podemos dejar de mencionar la contaminación por el uso de combustibles fósiles derivados del petróleo.

Aunado a ello, la descarga de aguas residuales a barrancas y ríos sin ningún rubor, es parte de este desequilibrio.

En nuestros días, hay autoridades que ante tanta necesidad social, prefieren pagar una multa en lugar de invertir para resolver el problema. También han existido gobiernos, muy recientes, que prefieren el relumbrón con obras inútiles a la opción de atender de fondo las necesidades reales.

En materia ambiental, la política mundial no está aplicando estrategias y recursos para revertir el deterioro de los recursos naturales. Gobiernos van y vienen y, como el caso del río Atoyac en Puebla, parece que a nadie le importa este tipo de situaciones. Por desgracia, ya nos hemos acostumbrado a vivir con ríos sucios y, posiblemente, el día que se logre limpiarlos, ello nos podría traer alguna consecuencia en nuestra salud.

Pese a todo esto, el beneficio económico de las actuales generaciones, se está cimentando a costa de comprometer el futuro de las nuevas y las futuras generaciones. Muy poco estamos haciendo para mejorar el lugar donde vivimos.

El cambio climático tiene un alto impacto sobre la pobreza, al acentuar la problemática. Existe muy poca inversión para dotar de agua a las comunidades o tecnificar el riego que haga alcanzar el vital líquido para más superficie y se mejore su productividad.

Muy poco se hace también para construir obras de retención de agua y recargar los acuíferos o reforestar las áreas aledañas para protegerlos. Los contenidos educativos aún no incorporan la problemática del cambio climático.

Por todo lo anterior, es importante señalar que el cambio climático debe ser ya parte de las políticas públicas prioritarias y estar en el centro de las principales preocupaciones tanto del gobierno como de la sociedad, además de ser un tema incluido en la formación educativa, conjuntamente con la pobreza, el deterioro ambiental, la seguridad alimentaria y pública, la salud, la desnutrición, el sobrepeso y la obesidad.

Director del Centro de Innovaciones Agroalimentarias y Tecnológicas

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