Por increíble que parezca, el día de hoy los diputados por el Partido Acción Nacional votarán a favor de la inhabilitación por 12 años de Eduardo Rivera Pérez, mientras las fracciones del PRI y de izquierda se opondrán a la sanción del exalcalde albiazul.

Es decir, que el PAN de Puebla va a crucificar a un expresidente municipal de su propio partido, a diferencia de los opositores, que defenderán a un militante blanquiazul.

El mundo al revés.

Ante estas acciones de la bancada morenovallista en contra de un personaje que no solo fue alcalde emanado de su partido, sino también dirigente estatal y hoy delegado del Comité Ejecutivo Nacional en el Estado de México, donde se juega la elección más importante de cara a 2018.

En esa lógica, donde los legisladores panistas le pegan una puñalada por la espalda a uno de los símbolos de su partido, ¿alguien tiene alguna duda de que la inhabilitación es una burda ejecución política?

Por supuesto que no. Todo está claro, el mensaje es más que contundente.

La decisión del grupo morenovallista de sacar de la contienda al exalcalde de esta capital de la jugada de la candidatura panista por la gubernatura en 2018, no se puede ver de otra manera que no sea el despejarle el camino a Martha Erika Alonso.

El problema para el suspirante presidencial poblano es que la inhabilitación se da en el peor de los momentos.

Rivera Pérez es un hombre cercano a Margarita Zavala y Josefina Vázquez Mota, además de haber sido designado por Ricardo Anaya como delegado en el Edomex, con todo lo que ello implica.

Vaya error de cálculo el haber exhibido como un presidente municipal corrupto, suspendido del ejercicio público por 12 años y 25 millones de pesos de multa, al representante del panismo nacional en el Estado de México.

Y lo peor es que los primeros efectos mediáticos a nivel nacional de esta decisión político-electoral dañan la imagen de Rafael Moreno Valle y con ello su cada vez más lejana postulación como candidato blanquiazul a la presidencia de la República.

Por el momento, la percepción nacional es que Moreno Valle es un factor de división del panismo, más que un agente unificador. Todo esto tendrá un costo político y no será positivo para el suspirante poblano a Los Pinos.

La barbarie que hoy veremos en el Congreso del Estado pasará a la historia como una ceremonia de canibalismo político entre panistas, en un sanguinario festín ordenado por el jefe de la aldea azul.