Lleno de indignación, atragantándose las palabras en el gaznate, me interpela un lector acerca de lo propuesto en el programa México bravo. Como el que esto escribe no ve la tele, me quedé paté de fuá, lo mismo que si me estuviera hablando en chino. Le contesté que buscaría la transmisión en la red para darle una respuesta. Y aquí la tienen.

En una reunión televisada, Luis Niño de Rivera plantea algunas propuestas para modernizar los tercios y los utensilios de la lidia. Los invitados son el matador Francisco Doddoli, que, por cierto, fiel a su adiestramiento de salir lo mejor librado ante el peligro, a la pregunta que le hace el conductor, hurta el cuerpo y les pega a todos un pase por alto. En la entrevista, también están los ganaderos Manuel Sescosse y  Eduardo Martínez Urquidi.

Durante la charla, las palabras que más utilizaron los especialistas fueron las de agilizar y modernizar la corrida. De acuerdo, me sumo a la causa, el toreo se tiene que actualizar y por tanto, se vuelve indispensable prescindir del maltrato al bovino más allá de lo estrictamente necesario. Por ejemplo, don Manuel Sescosse propone que la divisa en lugar de clavarse con el arponcillo, sea pegada al toro con un adhesivo químico.

Por mi parte, propongo empecemos con algunas cositas: La primera, que se reglamente el tamaño de los hierros de castigo que clavan los rejoneadores y la cantidad de artilugios que se hunden en el merengue. Además, que los toros para los caballos salgan en puntas. Si quieren practicar este galante ejercicio, que se pongan serios como los rejoneadores de antes. Hoy en día, todo lo que han implementado los toreros caballistas es una demostración de alevosía manifiesta.

Segunda, con el ánimo de mantener la bizarra y preciosa suerte de varas, coincido con el ganadero Martínez Urquidi. Opino que se disminuya en gran parte el tamaño de la puya y que sea obligatorio que el toro vaya, por lo menos, dos veces al peto del caballo. Desde luego, el puyazo estilo ametralladora pesada quedará totalmente penado por la ley. Con ello, se logrará que perviva la suerte de picar, asimismo, se incentivará que los criadores cuiden la fortaleza de los animales y a la vez, que disfrutemos de la belleza de ese gran momento de la lidia. Para el segundo tercio, el patrón de Los Encinos propone que cuando sea la peonería la que banderillea, sólo se ponga un par. Difiero, lo que se debe hacer es promover la grandeza de esa parte de la corrida y que si no la hacen así, que se borre de la lista a los banderilleros que sólo pegan petardos. Se deben mantener los tres pares, porque quitar por ineptitud es muestra de patente de decadencia. Y sí, convengo con él, la corrida debe ser “intensa y breve”.

Por último, convencido de que es necesario se elimine del reglamento lo de los avisos, expreso se acuerde un determinado número de entradas a matar, por ejemplo, cinco y si las estocadas no fueron efectivas, que se retire el diestro. De igual forma, me adhiero a la propuesta de don Luis Niño de Rivera, la de que se quite para siempre el capítulo del recurso de descabellar y se emplee un equipo para provocar una interrupción de la actividad cerebral y, una vez inmovilizado el cornúpeta, que se deje en manos del puntillero, porque el toro de lidia debe morir en el ruedo.

Considero que antes que nada, debe primar la decencia, por lo que pediría a los  ganaderos que, mejor aún, se unan y en un gesto de lealtad a sus toros, velen porque estos sean respetados, o sea, que como asociación exijan a sus miembros y a las autoridades, que cumplan con sus funciones y eliminen tremendas crueldades como lo son el serrucho a los pitones, fraudes con lo de la edad, puyazos de repetición y leonas. Para que la faena sea lo menos brutal posible los toros deben saltar al ruedo con trapío, casta e íntegros, y los toreros deben dejar atrás la tronera con oficio, honestidad y vergüenza.

Por lo demás, a ese lector que me enteró del tema le digo que no se indigne, que en definitiva, es necesario adecuarnos a los tiempos. En pocas palabras, sí, seguro, tanta crueldad innecesaria debe ser eliminada de la tauromaquia sin quitar lo trascendente. Mi amigo Douglas Ehlinger –el corredor de coches de la Carrera Panamericana- cuando salíamos al campo montados a caballo y alguien ocasional en el grupo, proponía que bajáramos a la barranca para cortar camino, el piloto conteniendo mal la rabia, contestaba: “¡Esto es un paseo!, para cortar camino, mejor nos montamos y nos quedamos platicando junto a las caballerizas”. Parafraseo a mi difunto amigo: Esto del toreo es un rito sangriento y la mejor manera en que debe morir el toro de lidia. Si la gente posmoderna ya no quiere ver puyazos y banderillas, que un actor se disfrace de toro y que la corrida se dé en un teatro. El precio será alto y de verdad, lo lamentaremos, cuando llegue el día en que desaparezcan los últimos ejemplares de la especie.