Las modas en la política parecen no tener límites. Hace unos años era disfrazarse de chapulín, saltando de un cargo de elección a otro, sin terminar el anterior.

Así veíamos a decenas de presidentes municipales, diputados locales y federales y hasta senadores, solicitando licencia para buscar cargos también de elección, pero de mayor envergadura.

Después vinieron los camaleones, que empezaron a cambiarse de partido como se cambiaban de calzones. Sin importarles verse como meretrices, hay políticos que en su haber suman la friolera de cinco partidos en su currículo. Que por cierto, de esos en Puebla hay un puñado.

Pero ahora llegó la moda de la doble personalidad. Por lo visto, para nuestros políticos ser chapulín o camaleón no les fue suficiente y ahora algunos buscan ser dos veces animal.

Anteriormente brincaban de un puesto a otro o cambiaban de partido de un día para otro. Pero ahora lo hacen de manera lenta, al igual que las orugas se transforman en mariposas. Y en ese trance hay un tiempo en el que no saben si son orugas o ya son mariposas.

Eso parece suceder a personajes como Alejandro Armenta, quien no sabe si todavía es del PRI o si ya es de Morena.

Puede ser una especie de trauma psicológico que los especialistas definen como trastorno de identidad disociativo. O también puede ser algo más físico que mental, lo cual podría ser comparado con una especie de "hermafrodita" político, debido a que su cuerpo lleva los dos partidos a la vez.

Y es que no hay otra explicación para su extraña conducta de los últimos 10 días.

¿Cómo explicar la súbita aparición en un templete con una lona gigantesca de Morena con el líder nacional y virtual candidato presidencial de ese partido, firmando un acuerdo de proyecto de nación, para que al bajar diga que es y seguirá siendo priista, revolucionario y colosista?

En esta vida hay que manifestarse. No se puede mamar y dar de topes al mismo tiempo.

Me parece que más allá de la fragilidad de los ideales, en política se puede y se vale diferir. Y si Armenta decidió subir al templete de Morena, está en todo su derecho, pero debió renunciar al PRI antes de hacerlo.

Lo mismo dije en su momento de Nancy de la Sierra y de Javier López Zavala cuando aparecieron en actos lopezobradoristas.

Sin duda, hoy el partido con mayor plusvalía política es Morena, pero coquetear con este, sin renunciar al tricolor, es un tema de falta de respeto a unos y otros.

De buena fuente sé que el propio AMLO ha dicho que para abrirle las puertas a un ajeno, primero debe renunciar a su militancia. Pero en este caso, Armenta parece sentirse más inteligente que los priistas y morenistas.

Sin embargo, todo hace pensar que su corazón tricolor está infartado y que el trasplante llegará de un momento a otro de la militancia de Morena.

Así las cosas, habrá que esperar a que resuelva su convicción o conveniencia electoral, que hoy lo tiene sumido en ese delicado cuadro clínico de hermafroditismo político.

Y hasta que salga del quirófano, sabremos el resultado de esta cirugía disociativa.

Veremos y diremos.