Estamos acostumbrados, primero a conocer las cosas y los hechos como imágenes que nos proporcionan una primera información o manera de acercamiento a algo, que después se traducen en realidades: objetos, acontecimientos e individuos.

El problema es que al tomar la imagen como una manera de “conocer” la realidad, se tiene la desventaja de que las cosas ya están nombradas y, por tanto, pensadas.

Nos podemos imaginar la Fundación de la Ciudad de Puebla, un 16 de abril de hace 486 años, de una sola manera.

Antiguamente, se sugería como un territorio de conquista y recubierto con la idea de la religión como una manera de salvar almas impías.

La idea de progreso aún no existía en sentido liberal que ahora la conocemos. La apropiación de la tierra y la salvación de las almas, la cristianización, era una expresión del poder como conquista.

La producción, la creación de un plano de la ciudad, del territorio, fue un acto de poder religioso, hacendario-agrícola.

No era un plano sustentado en la actividad industrial, sino del campo y religiosa. La idea de industria era una actividad no muy bien aceptada por la sociedad española, misma que se trasladó a la Colonia. Lo que significó una diferencia, comparado con respecto a los grupos que emigraron de la isla de la Gran Bretaña y que llegaron al norte del continente. Había hostigamiento hacia aquellas actividades que intentaban un impulso a la producción, ir más allá de la actividad artesanal.

Sobre el primer plano de la ciudad me apoyo en el trabajo del profesor Juan Francisco Salamanca Montes, quien en un artículo publicado por la revista Scripta Nova (2005), “Puebla (México). Una ciudad histórica ante un futuro incierto”. Nos dice que la ciudad se funda sobre una superficie plana y su traza hipotéticamente quedó en manos de frailes franciscanos.

De los grupos que dejaron una mayor influencia en la entidad, así como en la forma que adoptaron las primeras iglesias.

Lo interesante de este hecho es que, si volvemos a la imagen, tenemos una matriz que nos remite a una idea cuya retícula reproduce una manera de concebirla, se trata de una ciudad urbana, española, a la europea, alejada de otros centros prehispánicos locales.

El poder fue perfectamente simbolizado en el escenario representado por la plaza central, al estilo del antiguo poder soberano de las monarquías hereditarias europeas, con su plaza y los poderes ubicados a su alrededor.

En la traza o retícula de una ciudad, siempre se deben observar (como lo sugiere Raffestin), las tramas, nudos y redes.

Las tramas son la concepción general de la estructura de la ciudad, que se concibió sobre un terreno plano, con propiedad agrícola a su alrededor y con suficiente agua. Los nudos, los puntos donde se encuentra el entramado general, son las iglesias.

La red es la línea que inicia con el entramado general, marca los nudos y se desplaza o apunta hacia centros específicos de acuerdo con las intenciones de sus creadores.

El plan de la ciudad fue sustentado en un poder basado en la propiedad agrícola, arropado como un poder eclesiástico.

En cualquier recorrido por el Centro Histórico se puede apreciar a primera vista cómo se colocaron de manera estratégica los actores de los primeros años de la ciudad.

El lugar ocupado por las iglesias y luego los conventos (de Santa Mónica, siglo XVII), que se construyeron poco a poco. No puede existir duda del significado original de esta y del dominio fundador de la misma. Su centro de la población y el poder de los españoles distribuido en la retícula urbana, y es la iglesia su sustento y sus imágenes eclesiásticas marcan los nudos y límites de la misma.

Esta imagen del primer trazo de la ciudad no es otra cosa que una manera de concebirla por quienes conquistaron el territorio.

Con el porfiriato la imagen cambió. Hubo más preocupación por el control de la vida al estilo de una biopolítica foucaultiana.

Se recrearon cárceles y panteones y se conectó al ferrocarril. Y si los franciscanos fueron clave para la “pacificación”, la idea de ciudad que ellos concibieron fue sin duda una cuyo sustento fue el poder que ejercieron en la vida espiritual, humana, arquitectónica y en el trazo original y su imagen.

El moderno entramado e imagen de la ciudad, sus nudos y redes, ¿qué imagen de poder nos quieren transmitir?