Ahora que todos hablamos de la persecución y captura de Javier Duarte, sería más que justo reflexionar sobre el escenario que veríamos si en lugar de una derrota electoral del exgobernador de Veracruz, esta hubiese sido en Puebla, ¿quién sería hoy el presidiario?
No es gratuita la frase que reza y afirma que la derrota es huérfana, pero en política, la derrota representa mucho más que eso. En los tiempos actuales, perder una elección estatal implica perderlo todo: riqueza, poder y sobre todo, la libertad.
Por esa razón es que los gobernadores derrochan cientos y hasta miles de millones en sus procesos de sucesión.
Si en lugar de la derrota de Duarte en junio de 2016 hubiera perdido Moreno Valle, seguramente el hombre que hoy no bajamos de rata y cerdo, andaría paseándose por el Malecón del puerto, mientras el "transformador" de Puebla estaría tras las rejas.
Ambos gobernadores gastaron carretadas de dinero en sus elecciones, pero el veracruzano jugó una carta equivocada y el poblano contaba con una ganadora en la figura de Tony Gali. Esa fue la diferencia entre el cielo y el infierno.
Armenta y su expulsión provocada
La sutileza política en Puebla se extinguió. Hoy los principales actores de este circo son tan malos que no los contratarían ni para abrir la función vestidos de payasos.
En el caso de la inminente salida de Armenta del PRI para sumarse a las filas de Morena, únicamente el iluso líder del tricolor en San Lázaro, César Camacho, le compró el cuento de que quiere seguir siendo priista, revolucionario y colosista, por lo cual le inició su procedimiento de expulsión.
Al parecer, César Camacho es el único que no se ha dado cuenta que eso exactamente es lo que busca Armenta, que lo conviertan en mártir para correr a los brazos de Morena.
Es tan obvia la estrategia de Alejandro, que si no anunciaban su expulsión en dos semanas, él ya tenía lista su renuncia al PRI.
Con su separación, lo convierten en una víctima, que fue expulsado de su partido, por haber manifestado empatía con los ideales de AMLO, por lo cual las filas del partido del tabasqueño lo recibirán con los brazos abiertos.
Así las cosas, César Camacho resultó ser el tonto útil de esta historia, la cual solo un tipo como él podía haber mordido el anzuelo.
Será cuestión de días para ver a Alejandro Armenta quemando sus chaquetas rojas para cambiarlas por unos flamantes chalecos púrpuras.
Ya lo verán.