El asalto a una camioneta perpetrado el día de ayer por un comando armado de al menos 8 personas en la autopista México-Puebla y que costó la vida de un menor, además de la violación de dos mujeres, demuestra y confirma que los arcos de seguridad construidos en el pasado sexenio no sirvieron para otra cosa que para robar el dinero que desde la federación se envió etiquetado a Puebla para esos temas.

Hay que destacar que este violento hecho se realizó a menos de 10 kilómetros del arco de la autopista, a la altura de Huejotzingo.

En esta misma columna me he cansado de señalar y denunciar que la mentada infraestructura no solo no sirve, sino que además funcionan únicamente en horarios de oficina.

Ante este fracaso de la pasada administración en materia de seguridad y tomando como base que se utilizaron recursos federales, valdría la pena que algún diputado opositor exigiera una investigación a fondo sobre estos armatostes, que bien podrían tipificar un daño patrimonial multimillonario.

En esa lógica, me parece imperativo que el actual gobierno estatal se deslinde de estos arcos, que además de inservibles, implican un fraude a la sociedad.

Si no sirven, pues tan sencillo como decirlo y no tapar lo que evidentemente es un proyecto fallido.

No tengo la menor duda de que Tony Gali y su secretario de Seguridad, Jesús Morales, están comprometidos para recuperar la tranquilidad de los poblanos, pero no están obligados a cargar con lastres del pasado.

¿Cómo explicarle a esta familia que perdió a un niño y que dos mujeres fueron ultrajadas por haberse detenido en un paradero de la autopista suponiendo que al estar cerca de uno de estos arcos estaban seguros?

Yo insisto, si no sirven, que lo digan y que actúen para corregir su operación. Pero no hay que defender lo indefendible, si no tienen remedio, que los cierren y se tomen medidas, porque estos arcos fueron construidos justo para prevenir este tipo de delitos.

Sobra decir que también deberían servir para combatir el huachicol, pero pareciera que en realidad son casetas de peaje para las camionetas que lo transportan.

Solo falta que al pasar bajo estas modernas estructuras, los delincuentes celebren como si pasaran por el mismísimo Arco del Triunfo.

Retomando nuestro tema, el inefable fiscal general, Víctor Carrancá, salió a declarar que van a revisar las cámaras de seguridad para investigar la identidad de los asaltantes.

Valiente cosa. Lo que queremos es precisamente eso, que detecten delincuentes para prevenir delitos.

Se suponía que estos arcos de seguridad estarían equipados para identificar armas, drogas y hasta encajuelados.

Pero en la realidad no delatan absolutamente nada porque no existen los equipos para lograrlo.

Una prueba tajante de que no alertan es que el comando estaba compuesto por ocho delincuentes portando armas largas.

Esperemos que cuando menos las cámaras sí sirvan y que hayan estado encendidas de manera automática, porque a la hora del asalto, el arco estaba cerrado.

Yo creo que la única fórmula para combatir la inseguridad en Puebla es eliminando todo lo que huela a Víctor Carrancá y Facundo Rosas y sepultando estos y muchos otros elefantes blancos.