Desde que el huachicol se convirtió en un escándalo nacional, en fila india se formaron todos los políticos para negar de manera sistemática que el ADN del combustible robado sea el mismo que corre por sus venas.

En el caso del exgobernador, las pruebas son irrefutables, para valorar el nacimiento y posterior crecimiento en Puebla de este ilícito, solo existe el nombre de Rafael Moreno Valle.

No es gratuita la desesperada declaración del suspirante presidencial de este fin de semana, en la cual busca lavar la sangre de sus manos, culpando al gobierno federal.

Quienes conocemos a Rafael sabemos que lo suyo no es la inteligencia emocional, ya que en momentos de presión suele cometer graves errores.

Al parecer, la arremetida mediática a la que se sumó la mayoría de los medios nacionales lo llevó a declarar en contra de su principal cómplice político.

Para nadie es un secreto que desde hace un año la relación entre el presidente Peña y Moreno Valle pasaba por una empalagosa temporada lunamielera.

Gracias a ese affaire, Moreno Valle sorteó los señalamientos de millonarias desviaciones de recursos por parte de la Auditoría Superior de la Federación, donde los 4 mil 500 millones de pesos de supuesto desfalco han pasado desapercibidos, mientras que casos similares hoy tienen tras las rejas a Javier Duarte y en la antesala del encierro a Roberto Borge.

La traición, como parte de su propia esencia, lo ha llevado a atacar y desconocer a su único aliado: EPN.

¿Cómo tomarán en Los Pinos la acusación de Moreno Valle?

¿Y si se confirma la versión de que el plan de inculpar al Ejército para desviar los ataques en su contra fue creada por el propio Rafael?

¿Habrá considerado RMV que el encubrimiento de Facundo Rosas lo convierte en cómplice de los huachicoleros?

¿Cuánto valdría la cabeza de un exgobernador panista en estos tiempos electorales?

Las respuestas son evidentes, sobre todo porque en ese ambicioso camino a Los Pinos, el poblano ha ido perdiendo a sus principales aliados, primero en el PAN, donde se fueron sumando a la lista Felipe Calderón, Gustavo Madero, Ricardo Anaya, Margarita Zavala y muchos de los actuales gobernadores de ese partido; y ahora —un exabrupto— perderá el aval de Peña Nieto y Miguel Ángel Osorio.

A ese paso, terminará siendo candidato de Nueva Alianza, si no es que en este año se pelea hasta con su madrina Elba Esther.

Es el precio que deben pagar quienes no cuentan con un elemento básico para ser un político de altos vuelos: la inteligencia emocional.

Así las cosas, el huachicol ha cobrado su primera víctima política.

Ni más, ni menos.