La suerte de la afición al futbol mexicano de primera división y su equipo de casa, el Puebla, está en las manos de Jesús y Carlos Hugo López Chargoy, los dos hermanos que según fuentes bien informadas, deciden en estos días a quién entregar el equipo para salvar compromisos económicos impostergables.

Ya sin dinero y ánimo para continuar en la industria del balompié, con las derrotas consecutivas primero de Jaguares de Chiapas y con el de casa en Puebla, tienen dos caminos para elegir con la urgencia que supone haber entrado en un proceso de quiebra inminente.

Un grupo empresarial originario de Guanajuato que colocó en la mesa la cantidad que parece ser el precio final del equipo que se mantiene en el corazón de la afición poblana: 15 millones de dólares, más el pago de la nómina y otros pasivos que los hermanos arrastran.

La oferta no es gratuita, pues en reciprocidad el equipo deberá mudar no solo de dueños, sino de ciudad y nombre; la sola probabilidad de que La Franja salga del territorio es una bomba de tiempo con repercusiones de difícil cálculo.

Suficiente evidencia hay de la existencia del binomio futbol y política, como para ignorar los riesgos que supone dejar sin el espectáculo a una afición fiel y respetable la víspera del arranque de un proceso electoral. Ignorar esa condición por los grupos políticos en pugna es impensable.

La otra oferta viene del grupo del exgobernador Rafael Moreno Valle. Fiel a su estilo y sabedor que los márgenes de negociación de los propietarios de la franquicia son mínimos, merced de la precariedad económica preponderante, ofreció pagar a precio de fin de temporada por el Puebla.

La oferta consiste en solo cargar con los gastos de la nómina de trabajadores y cuerpo técnico, que debe andar en unos 14 millones de pesos al mes, además de finiquito, dar los compromisos económicos.

El cálculo del primer renglón es subjetivo por las condiciones en que suelen ser negociados los contratos con cada uno de los jugadores.

Así, hay integrantes del equipo que negociaron contratos por 15 mil pesos mensuales, aunque por fuera y al margen de cualquier registro fiscal o contable reciban unos 100 mil pesos, que no son los casos de los jugadores mejor pagados en este momento, como los de origen argentino, Cristian Daniel Campestrini y Pedro Alexis Canelo.

Los hermanos López Chargoy se metieron en un callejón sin salida. Por un lado tienen la posibilidad de deshacerse del equipo mediante pago en efectivo de un grupo de fuera interesado en la franquicia a riesgo de dejar la afición sin el espectáculo que ha seguido por generaciones.

En la otra probabilidad está la de entregar el Puebla al prestanombres enviado por el exmandatario, sin más utilidad que la de terminar con el dolor de cabeza cada fecha para el pago de nómina. Empresarios al fin, deben aspirar a tener una utilidad digna con una transacción que conlleva muchos ceros si es que hay cheque de por medio.