La foto será de mis preferidas y por tanto, la tendré a la mano como inspiración en esos momentos en que se pierde una batalla y como consecuencia, en torno empiezan a dar vueltas hienas, buitres, chacales y toda esa fauna carroñera que abunda a nuestro alrededor y se hace presente cuando la existencia se pone jodida. La imagen fue tomada en la corrida del día de San Isidro y en ella aparece David Mora que con la frente en alto y la dignidad de un dios caído, contempla como transcurre el tiempo -otro dios, éste implacable- mientras el diestro sumido en la impotencia, con la espada de descabellar en una mano y la muleta en la otra, espera a que el tercer clarinazo dejé patente su fracaso en la feria taurina más importante del mundo.

En aquel momento, el tendido estaba a punto de pifostio categoría plaza de Las Ventas y algunos aficionados se encontraban tan candentes que se podían asar chiles en sus espaldas. Ya se habían caldeado desde el segundo bocinazo y tenían prisa porque sonara el tercero, es decir, el definitivo para que el toro regresara vivo al corral y entonces, dar comienzo al festín con picadillo de torero. Así es la condición humana a la que además, en la plaza de toros, hay que sumarle el purismo a ultranza que deviene en indignación potenciada al cuadrado. Si alguien se desbalancea, vileza obliga, hay que empujarlo para que se dé en los dientes lo más duro posible.

David Mora no atinaba en la almendra, o sea, en el bulbo raquídeo que al recibir la puntilla de la espada de descabellar, desconecta el sistema nervioso del toro y lo desploma. La suerte de descabellar no es más que un recurso de muy poco calado, pero los fariseos ya se rasgaban las vestiduras.

En otra corrida del mismo serial, a Paco Ureña un colorado le arrebató el capote y alcanzándolo, lo planchó contra la barrera haciendo cisco una rodilla y un empeine. En el rostro color de aceituna que lucía el coleta, se notaba que el dolor era muy intenso, a pesar de ello, se sobrepuso y como pudo continuó la lidia. En pago por su entrega, la afición no le agradeció nada y al contrario, muchos espectadores se pusieron de uñas pegándole una silbatina.

A mí me gusta la bronca cuando estalla incontenible, épica, insurrecta y se arma un jaleo del carajo, porque un bicho anunciado como toro es un becerro o le han dado serruchito de manera más que notoria, es que en la actualidad, es un hecho que antes de salir al ruedo los toros pasan a la peluquería y lo que ahora indigna al público –no a todos, sólo a los más despiertos- no es que los pitones se manipulen, sino que se note que han sido recortados. Me sumo a la bronca muy dispuesto cuando un espada se pasa de listo tirándose a matar abajo. En pocas palabras, creo que el público tiene derecho a recordar a la madre que parió al bribón, sea este un empresario, un torero o un ganadero, pero no me incorporo al rebaño -ni lo haré nunca- para linchar moralmente, a una persona que ha tenido un fracaso y menos, si ha fracasado a pesar de su valeroso empeño.

En la corrida de los Toros de Parladé, David Mora nuevamente ha sido ajusticiado, porque a muchos no se les olvidará fácilmente lo del día quince y claman por sangre. El diestro de Borox ha cortado una oreja y dio la vuelta al ruedo entre los aplausos de unos y el silbar desmesurado de los implacables. A veces, es el morbo, otras es la envidia, lo que hace girar los engranes de la indignación.  

Pues nada, imprimiré la foto para tenerla a mano cuando la vida tire tornillazos y yo me diga: tranquilo maestro, no te encrespes, ni blasfemes, piensa en tus súper héroes, los de verdad, que –ojo- no son todos los que hacen el paseíllo. Tranquilo mi Antonio, observa a Mora erguido y sereno, el rostro grave y sin la menor mueca de rencor, bajo la tormenta del griterío anónimo, de los insultos y de los cojines voladores. Míralo impávido y seguro de su enorme valor dando testimonio de su dignidad y de su vergüenza en lo más violento de la bronca. Piensa, también, es un ejemplo, en Paco Ureña hecho pedazos cumpliendo con su deber sin pedir tregua ni conmiseraciones. Piensa que el toreo es grandeza gracias a esos seres como estos que desde su circunstancia, se empeñan porque lo sea. Piensa y compara, que te sirva de modelo, que al fin y al cabo, en el ruedo de la vida, tú también vas bordando tu faena.