Cada vez que se presenta un proceso para elegir gobernador en el Estado de México, la clase política local dice, o decía, y por lo general los medios de comunicación hacen eco de ese discurso, que las elecciones en dicha entidad son una especie de laboratorio electoral.

Lo anterior, en razón de que como los comicios fueron programados antes de la elección presidencial, lo que ocurre en el Edomex, en cierta medida, dicen, vaticina lo que ocurrirá a nivel federal.

Lo de la existencia de un laboratorio electoral también fue parte del discurso federal que lo extendía a casi todas las elecciones locales. Guardando las diferencias, en otras entidades lo mismo se dice de la elección mexiquense o de sus comicios con respecto a lo que puede ocurrir electoralmente a nivel federal.

El Estado de México cobraba singularidad porque es la entidad más poblada, la que más aporta al PIB nacional, el proceso electoral más cercano al federal, entre otros factores.

En el ámbito nacional servía como una manera de crear escenarios políticos que luego se confirmaban, por lo cual el discurso tenía esas aparentes evidencias que lo ratificaban.

En realidad no existe tal laboratorio, pues se trató de un discurso de poder que logró, y aún busca, aunque cada vez es menos utilizado por los políticos priistas locales, condicionar la conducta de la población local y, de paso, la que decide la elección federal siguiente.

Fue construido en la época del PRI y del carro completo. Una elección donde el Estado colocaba las piezas de tal manera que el triunfo del tricolor resultaba inminente.

La victoria del PRI era el prólogo que condicionaba, con el discurso del laboratorio electoral, el comportamiento de la población ante la futura elección presidencial, que de todos modos ya estaba “ganada”.

Un mito, el laboratorio político

Por una razón, o por otra, las élites locales lograban crear un escenario donde ingresaban al laboratorio electoral una serie de fuerzas políticas de un juego ficticio, las cuales lograban procesar combinaciones y, de esas, se obtenían los resultados.

Pero en realidad, durante la época de lo que el escritor peruano llamó la “dictadura perfecta”, no se puede hablar de un laboratorio político-electoral, sino de un discurso de poder, porque los resultados ya estaban arreglados y no había competencia y, por tanto, ni fuerzas ni laboratorio: era el Estado y el partido del Estado.

La pregunta que sigue es ¿por qué se mantiene el discurso del laboratorio electoral en torno a la elección mexiquense?

La primera respuesta es que inicialmente eso se dijo en la prensa local, pero en la medida que ha transcurrido el proceso comicial, esta idea fue poco a poco abandonada.

La razón es que si triunfa Morena, lo del laboratorio electoral puede ser que resulte contraproducente, como parece que ocurrirá. Sin embargo, el tema quedó grabado en la cultura y de manera independiente se sigue sosteniendo, pero con otro énfasis, ya no asociado al carro completo priista.

Se puede objetar que en la era de la reforma electoral, entonces, sí existe un laboratorio electoral nacional en los comicios mexiquenses o a nivel federal con el aumento de la participación de partidos políticos.

La respuesta más acertada es, en mi modesta opinión, aquella frase que establece que depende en su momento de la relación que guardan en importancia las partes con respecto al todo y, a su vez, la importancia del todo con respecto a las partes.

Por todo y por partes no es únicamente el proceso electoral y los partidos (la parte). Es, también, el sistema económico, político, social y cultural de México asociado a una economía de libre mercado (el todo). La forma como se combinan dialécticamente uno y otro, en este momento preciso.

La relación del todo y las partes y la importancia de uno con respecto al otro es una frase de Laplace que repite Edgar Morín a lo largo de obra.

Lo que quiere decir que cada proceso electoral debe analizarse en función de esa relación dialéctica de las partes y el todo y a la inversa. El problema de esta aseveración que, repito, es que la frase de Laplace, no se refería a un proceso electoral. Mezclar la biología con la política no me parece lo más correcto.

El problema es que en la biología se pueden analizar regularidades, mientras que en la conducta humana es más complicado.

La elección presidencial no depende ni nunca ha dependido de la votación mexiquense

Creo que en la actualidad la elección mexiquense, en automático, no está asociada a la presidencial ni la local prefigura el destino de la federal, como se ha querido y se quiere hacer creer por lo menos en aquel arranque que vaticinaba el triunfo de Del Mazo.

La elección presidencial no depende, ni nunca ha dependido, de la local ni ha sido un laboratorio, sino un discurso.

En los comicios de 2005, Peña Nieto ganó la elección local, mientras que a nivel federal, en 2006, supuestamente ganó Calderón. Se cree que fue de AMLO, lo cual aleja aún más la relación que se quiere hacer de una elección local con respecto a una federal, en donde opera el factor humano.

En 2011 ganó Eruviel Ávila, y a nivel nacional Peña Nieto. Aquí está el factor humano.

No existe ninguna garantía de que eso vuelva a ocurrir ahora, un triunfo local del PRI que pueda conducir a eslabonarlo con que ese partido gane la elección federal presidencial. Se podrá contraargumentar que eso es precisamente el resultado de un análisis por la vía del laboratorio electoral, es decir, la derrota del tricolor en la entidad lo que prefiguraría el triunfo de Morena, lo cual a su vez, acercaría a esta fuerza al palacio federal en 2018. El punto es que no existen condicionamientos de ningún tipo. Es solamente una aproximación. Puede ocurrir un triunfo de Morena en la elección mexiquense y, no obstante, una derrota de AMLO en la elección federal. Aquí, de nueva cuenta, se debe tomar en consideración el elemento humano, la disputa del poder, los factores extraelectorales, los intereses políticos de las clases y capas sociales, la sociedad con las élites norteamericanas: aquellos que por lo general están ausentes del marco electoral analítico.

La continuación del discurso del laboratorio electoral sigue siendo un discurso de poder, asociado a élites nacionales partidistas y locales, que creen que le puede ser útil porque aspira a asociar, como discurso político, un eslabón con otro como retórica del poder.

El laboratorio no existe, lo que tenemos es una alocución del poder que sirve, en la actualidad, para encubrir a un sistema electoral con el que se juega discursivamente para ordenar conductas sociales.

Por lo anterior, se trata de un sistema partidista electoral que de nada sirve para atender de fondo los problemas que vive la sociedad mexicana.