Ayer el gobernador Tony Gali enfrentó un tema por demás espinoso: el huachicol.

En Puebla se destapó el huachicol dijo en una postura abierta hacia un tema que quema las manos de cualquier gobernante.

Sin duda, el hecho de que se haya desatado la guerra entre policías y militares contra los llamados huachicoleros, obedece a la determinación de combatir a estas bandas del crimen organizado.

Nadie puede culpar a un gobierno que lleva tres meses en el poder, pero sí responsabilizar a quienes solaparon durante todo un sexenio el incremento de este delito.

Lo que es un hecho es que a Tony Gali no lo podremos juzgar por haberse cruzado de brazos.

Muy cara resultó para los poblanos la cómoda política del "dejar hacer y dejar pasar".

Por obvias razones, no escucharemos al gobernador repartir culpas pasadas, pero es evidente que esta lucha tiene claras implicaciones a las omisiones sexenales.

La inexplicable protección al entonces secretario de Seguridad Facundo Rosas, es un punto que deja muchas sospechas de complicidad con los grupos del huachicol.

El combate al robo de hidrocarburos representa tomar al toro por los cuernos, asumiendo un riesgo muy alto para un gobernador que solo estará en el cargo menos de dos años.

Sin embargo, la guerra está declarada y no hay marcha atrás.

Desafortunadamente, aunque la administración cuente con el respaldo social para combatir a los huachicoleros, lograr desarticularlos será un reto en el que tendrá que sumarse el gobierno federal, Ejército, Marina y los que hagan falta.

Pero también habrá que limpiar a la Fiscalía General desde su cabeza y a los sobrevivientes de Facundo Rosas en Seguridad Pública.

Por lo pronto, aunque el enemigo es de grueso calibre, la decisión y la disposición son evidentes.

¿Se podrá detener y controlar al millonario negocio del huachicol?

Veremos y diremos.