Llegar a comprender el porqué somos como somos es un reto monumental. Entender por qué actuamos como bipolares y somos capaces de amar, a pesar de la sangrienta guerra que libramos todos los días, es tan “complejo” que ya mejor ni nos lo preguntamos. 

La verdad es que a veces no sabemos ni quienes somos o por qué somos. Simplemente vamos sobreviviendo y rompiéndonos el alma para que no nos aplasten o nos desaparezcan.  

El hecho de sentir amor, cariño, compasión o simple simpatía y respeto por otro me hace pensar que, dentro, quizá muy adentro de nosotros, late en nuestro interior, además del corazón y otras respetables vísceras, algo o alguien que me permite ser diferente a la mesa, al gato, a la pared o a las nubes. 

Porque al fin y al cabo todos estamos hechos y armados con átomos. O sea, que todo y todos somos puritita energía. 

Entonces, ¿qué o quién ama?, a la mejor eso que de niños nos era fácil concebir y que de adultos mamertos nos parece cosa de ignorantes y de crédulos babas. 

A la mejor somos algo más que mortales tripas y una pisquita de átomos ¿no crees?, lector querido.