El tiempo se agotó y parece no haber forma de remontar los números poco favorables para que el exgobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle pueda obtener la candidatura presidencial por el Partido Acción Nacional, cuando faltan dos meses para el arranque formal del periodo electoral federal, el 8 de septiembre, próximo, exactamente en 65 días.

Según la más reciente encuesta del periódico El Financiero, Moreno Valle no sólo aparece en el tercer lugar de las preferencias electorales, luego de Margarita Zavala Gómez del Campo, en el primer sitio y Ricardo Anaya, el dirigente nacional, en el segundo; además convierte al PAN en el menos competitivo frente a quien tiene los mejores números, Andrés Manuel López Obrador, el dirigente nacional de Morena.

Y aunque la medición establece que por partido político existe un virtual empate técnico entre PAN (26 por ciento), PRI (24 por ciento) y Morena (23 por ciento), con Moreno Valle como candidato su partido tiene una carta de defunción, pues no resulta suficientemente atractivo en el imaginario colectivo.

“En todos los escenarios, el apoyo a Margarita Zavala como candidata del PAN varía entre 28 y 31 por ciento, mientras que a López Obrador va de 30 a 33 por ciento (...) Con Ricardo Anaya como candidato del PAN, la intención de voto a favor de ese partido se baja a 22 por ciento, seis puntos menos de lo que obtiene la exprimera dama; mientras que Rafael Moreno Valle obtiene 21 por ciento”. 

Si los números de El Financiero tienen la suficiente solvencia técnica y metodológica, el exmandatario de Puebla que anunció desde septiembre de 2016 que buscaría de tiempo completo la candidatura una vez terminado su mandato a mediados de febrero, el esfuerzo habrá sido infructuoso.

Una ecuación elemental permite observar que entre el 30 por ciento que obtiene López Obrador, el aspirante a vencer en la contienda constitucional del próximo año y Rafael Moreno Valle, la distancia es de nueve puntos porcentuales que valen oro en una competencia extraordinariamente competitiva. 

Es probable que nunca sepamos cuánto costó la onerosa campaña disfraza de promoción de La Fuerza del Cambio, el libro autobiográfico más publicitado en la historia editorial en América Latina y menos vendido; lo mismo sucederá con el monto destinado para el pago de entrevistas convertidas en pasarela y culto a la personalidad en medios nacionales disfrazadas como producto noticioso, o el dinero destinado a la estrategia digital para convertir en tendencia esta ocurrencia presidencial. 

Nada habrá servido, porque el tiempo se agotó. Cuando las bases de un proyecto presidencial parten de un producto electoral deficiente, carente de una auténtica base social, con un perfil menos acartonado y más empático, con rasgos de autoritarismo, el resultado está a la vista. 

La frialdad de los números está ahí, sin mucho tamiz ofrece un panorama cierto de lo que vendrá en los próximos dos meses, antes de que el INE dé el banderazo del proceso federal electoral.