A ojo de pájaro parece simple estupidez sindical. Pero fijándose bien, uno se percata que la carga es de encono, vileza y sobre todo, de mediocridad, auspiciada, ¡claro! por nuestro silencio cómplice, quiero decir, el de nosotros los aficionados. Somos pertinaces, entre todos ya casi logramos romperle los cuernos para siempre a esa mujer apaleada, miserable y tambaleante que se llama tauromaquia mexicana. En este linchamiento cada quien desde su sitio, tira golpes bien puestos. Y en esta tierra, linchar es un deporte nacional.

Cualquiera con un poquito de visión supo desde el principio que el toreo verdad no duraría mucho. Como se veía venir se dio la última novillada en Cinco Villas. El empresario agotado por la presión continua de la gente del toro y sus agrupaciones –increíble, el absurdo es apabullante-  anunció que no dará ni una novillada más y al carajo. Esta última palabra no la dijo él, pero el que escribe la considera imprescindible.

Para los que no lo sepan, Cinco Villas es una plaza en el interior de una propiedad particular, que fue construida con el objetivo de dar novilladas y festivales. Además, no se edificó ni se administró con fines de lucro, sino como apoyo a un orfelinato y por supuesto, con un enorme amor por la fiesta de toros.

Dentro de las virtudes de la empresa de Cinco Villas está que sus novilladas se dieron pugnando por la verdad. Es decir, con animales en edad reglamentaria y con los pitones intactos. O sea que era un oasis en el abrasador desierto que nos ha dejado la corrupción y la pequeñez taurina mexicana. Por regla muy general, en este país, las corridas de toros se dan con novillos, las novilladas con erales y las becerradas no existen porque la Sociedad Protectora de Animales pondría el grito en el cielo, si a algún mozalbete vestido de luces se le ocurriera meterle una estocada al buen “Pluto” o al “Snoopy”, después de que hubieran ido al trapo moviendo la cola de felicidad.

El empresario don Luis Marco Sirvent ha acusado a la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos de haberlos amenazado con vetarlos por anunciar a dos coletas extranjeros y a un mexicano. Ya se sabe que la tarea de esa agrupación es fomentar la mediocridad, defendiendo una baraja de toreros en su mayoría impresentables. Se imaginan si tuviéramos un sindicato mexicano de pilotos de fórmula uno, el Gran Premio sería como un embotellamiento en el periférico. O en la analogía con la música que el mismo empresario hizo, si fuera necesario, por decir algo, que en la próxima visita de Bono y U2, sea necesario que alterne con Julión Álvarez y su grupo Norteño banda, ¡jujujuy! “…siempre me pasa lo mismo/ lo doy todo y no valoras…”

También se quejó de las autoridades, asunto que no es de extrañar. La incompetencia y corrupción de los gobiernos mexicanos no son ninguna novedad.

Acto seguido, acuso a los ganaderos. A cualquiera le cuesta trabajo comprender esa parte, pero es que este país posee un surrealismo que Andre Bretón –no es de Huamantla, les ahorro el que traten de ubicarlo- quedaría asombrado. Sin haber una figura del toreo, es inconcebible que no manden los ganaderos, y que además, tengan que estar mendigando que les anuncien sus toros y sumisos acepten las condiciones becerriles que les imponen las infanterías. Sin olvidar que siempre hay justos en Sodoma, se salvan algunos que sí corrieron sus novillos en la arena de Cinco Villas. Me dirán –todo es posible en los tiempos de decadencia- que como figura de México está Joselito Adame, un torero con más personalidades que Sybil, en su patria adopta la de becerrista, la de maestro de obra con pinzas y alambre, y en España, la de un torero, más o menos, serio. Y sí, el señor Sirvent, también lo acusó a él, por cerrar el paso a otros toreros, afirmo yo, que no sean sus hermanos.

Como dijo Rafael El Gallo al filósofo: “hay gente para todo”, incluso, individuos que comen del toro y que quieren erradicar a la tauromaquia con el entusiasmo y el fanatismo del más delirante de los antitaurinos. Es que cada quien se conforma con lo que medra mientras se pueda y por lo demás, que se la cargue el payaso.

Obstaculizar a una de las poquísimas plazas que da novilladas y de la que podría salir un matador de verdaderos toros, es un despropósito. A la fecha, se han dado doce novilladas menos que el año pasado. Pero en el toreo mexicano cualquier disparate es lo más natural del mundo. La Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos parece que está presidida por Peter Janssen.

Nadie hace nada y a los que se esfuerzan, se les mete el pie. Teoría de la cubeta de cangrejos. Por el momento, la Porra México propone cosas más urgentes como crear el Día internacional de la tauromaquia y del orgullo del aficionado a la fiesta brava, será para recordarla cuando ya no quede nada. De verdad, aquí el absurdo no tiene límites.